Pietragalla, Insfran y el peronismo

 

I

 

En su afán por hallar una explicación a la solidaridad del peronismo y del gobierno nacional con su compañero Gildo Insfrán, algunos colegas consideran que ella obedece a estrictos motivos electorales. Con todo respeto, me voy a permitir discrepar. Por lo pronto, el aporte de votos de la provincia de Formosa es mínimo, por lo que no creo que la suerte del peronismo en estas elecciones dependan de los votos que pueda extender Insfrán. Más realista y más hospitalaria con la realidad histórica del peronismo es la hipótesis que postula que el Partido Justicialista y Alberto Fernández apoyan a Insfrán más que por motivos electorales por razones de identidad ideológica o política. Para esta hipótesis, el gobernador de Formosa es algo así como el peronista ideal, el que realiza y hace posible aquello que otros peronistas tendrían ganas de hacer pero no pueden o no los dejan. Desde esa perspectiva, Insfrán dejaría de ser un exponente marginal de un supuesta provincia marginal, para erguirse en el exponente más representativo del peronismo, algo así como la versión actualizada del «Primer Trabajador», consigna que, como hasta el lector más desinformada sabrá, es más una metáfora festiva que un atributo acerca de la disposición laboral de sus destinatarios.

 

II

 

¿Es tan arbitrario suponer que el apoyo del peronismo a Insfrán es un acto de rigurosa coherencia? A este interrogante se lo puede responder con otros interrogantes. ¿Por qué motivos el peronismo va a romper lanzas con Insfrán? ¿Alguien puede creer –conociendo el paño- que la vigencia en Formosa de la reelección permanente y que él ocupe el sillón del gobernador de la provincia desde hace un cuarto de siglo, sea un motivo? ¿Acaso los diferentes presidentes y gobernadores peronistas no han aprobado en términos prácticos este objetivo? ¿No es lo que hicieron Menem y Kirchner? ¿No es lo que hicieron ellos en sus provincias? ¿Y qué decir de los barones peronistas del Conurbano atornillados a sus sillones desde hace décadas? ¿Qué me cuentan de Rodríguez Saa, Zamora, Saadi? ¿Se acuerda amigo lector de la provincia de Misiones, cuando un obispo les salió el cruce y les paró la chata no con sermones sino con votos? Joaquín Piña se llamaba ese obispo. El mismo que en el año 2006 abolló a votos al candidato a la reelección indefinida Carlos Rovira, debidamente apoyado por el compañero Néstor, un devoto militante de la reelección indefinida. Conclusión: no hay motivos ideológicos, históricos o políticos que permitan considerar que al peronismo le repugna la reelección permanente. Todo lo contrario. Es lo que han hecho cada vez que pudieron hacerlo. Si esto es así, ¿por qué motivos o por qué reparo republicano no le van a brindar la más calurosa solidaridad al compañero Gildo Insfrán?

 

III

 

Supongo que a nadie le debe haber llamado la atención que el actual titular de la Secretaría de Derechos Humanos de la nación. Horacio Pietragalla haya declarado después de su visita oficial a Formosa que hablar de violaciones a los derechos humanos en esa provincia es un chiste o una maniobra artera de la oposición. «No he visto nada irregular», declaró ufano el señor Pietragalla y, a decir verdad, creo que fue sincero, bizarramente sincero, porque para la mirada política de Pietragalla en Formosa no hay nada irregular. Es más, como ya se explicó en su momento, su deseo íntimo sería extender el paisaje de Formosa a todo el país. En este oficio Pietragalla no es nuevo. Ya lo ejerció, como no podía ser de otra manera, en la provincia de Santa Cruz, y designado por esa campeona de los derechos humanos que es la señora Alicia Kirchner, una aguerrida opositora a la dictadura militar como a todos nos consta. A su currículum –no corresponde de decir prontuario- Pietragalla suma su condición de diputado nacional. Desde su banca los aportes más trascendentes, o que adquirieron estado público, fue haber dejado sin birome a Emilio Monzó durante aquella briosa jornada en la que los compañeros decidieron arrojar catorce toneladas de piedras contra el Congreso. Otro aporte a la política argentina de nuestro militante nacional y popular, fue una belicosa escena pugilística en Jujuy, ocasión en la que asestó un par de buenos uppercut a un policía con el apoyo de esa otra abanderada de la causa nacional y popular: Milagros Sala. El otro momento trascendente de Pietragalla como funcionario de los derechos humanos fue su pedido de prisión domiciliaria al compañero Ricardo Jaime. Un lujo.

 

IV

 

Capitulo aparte son las picardías de Pietragalla, sus argucias retóricas más propias de un tahúr que de un funcionario de derechos humanos. En conferencia de prensa, Pietragalla declara que no ha observado delitos de lesa humanidad o centros clandestinos de detención. Criaturita de Dios. Por supuesto que la categoría de delitos de lesa humanidad no es la que se encuadra en Formosa, como tampoco la figura de centros clandestinos, si por centros clandestinos entendemos campos de concentración o locales similares a los constituidos por la dictadura militar. Pietragalla debía dar respuesta acerca de los centros de aislamiento y el clima de libertades civiles y políticas en la provincia. O por qué dos concejales son detenidas, esposadas y trasladadas a un calabozo. Recurso retórico de charlatán de feria es el de invocar causas gravísimas para verificar que no existen y, de paso, dejar sin sanción causas graves que si existen. Es como decir, por ejemplo, que Ricardo Jaime no es Robledo Puch, motivo por el cual debe ser dejado en libertad, cuando el compañero Jaime no está preso por asesino serial sino por corrupción y enriquecimiento ilícito.

 

V

 

Pietragalla viajó a Formosa invitado por Gildo Insfrán. La invitación incluía un tour por los lugares y paisajes que Insfrán se ocupó personalmente en habilitar. La visita, en homenaje a la memoria, me recordó aquella otra visita que Rafael Leónidas Trujillo, el dictador de Santo Domingo, organizó con algunos senadores republicanos de EEUU para verificar que en ese país, Trujillo, lejos de ser un dictador sanguinario era algo así como un bondadoso padrecito de los dominicanos. Algo parecido hizo «Tacho» Somoza en 1953. Convengamos que de todos modos Pietragalla se esforzó más que en hacer buena letra en hacer caligrafía. Su conducta estuvo más cerca de un ministro de propaganda de Insfrán que de un celoso defensor de los derechos humanos. ¿Es tan arbitrario comparar a Trujillo o a Somoza con Insfrán? Para discutirlo, pero en principio me animaría a decir que a Insfrán la comparación no le resultaría incómoda, como tampoco le resultaría incómodo ser comparado con Alfredo Stroessner, ese otro campeón de la reelección indefinida en impecables comicios en los que obtenía más del noventa por ciento de los votos.

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