Entrevista a Jorge Lanata

-¿Tengo entendido que viene a presentar el libro Argentinos II?

-Es importante presentar el libro, pero yo diría que la excusa es reunir libros para las bibliotecas populares de acá.

-Vamos a hablar de su libro de historia. ¿Qué es lo que lo motiva a un periodista escribir un libro de historia, más allá del legítimo derecho a expresarse que asegura la Constitución? (sonrisa)

-Es una cuestión generacional. Yo creo que a los cuarenta uno se vuelve un poco más católico y un poco más nacionalista y uno se empieza a preguntar por la historia, a preguntarse de dónde venimos… yo estuve trabajando con este libro durante varios años, casi seis años, y le puedo decir que la historia argentina es apasionante.

-¿Por qué?

-Se vuelve apasionante porque uno descubre que la historia que le contaron es muy quietista, una historia que plantea que había próceres para el bronce y personas comunes, cuando en realidad no es así, porque también los próceres tenían contradicciones y miedos y fueron capaces de sobreponerse.

-¿Qué opinan los historiadores de su libro?

-Desde que el libro salió yo siempre dije que éste no era un libro de historia, sino un libro de notas sobre la historia argentina. Como mi actividad periodística nadie me la puede discutir, también puedo decir que yo no pretendo hacer un libro de historia, sino unas notas, lo que lo hace más entretenido para leer.

-¿Pero no me dijo lo que opinaron los historiadores?

-Salvo el hijo de José Luis Romero, un hombre que tendrá sus serios problemas a tratar con un psicólogo por ser hijo de un historiador famoso…

-Mire que Luis Alberto Romero es uno de los historiadores más importantes de la Argentina…

-El padre es muy importante…

-El también es importante…

-Yo tengo una hija que se llama Bárbara que algún día le va a responder al señor Romero…

-Me imagino que le va a responder bárbaramente…

-Eso espero… pero sacándolo a Romero, que me criticó con mucha mala fe, los historiadores respondieron favorablemente… pero lo que no me gustó de Romero fue que «ningunee» al público, porque él tiene derecho a enojarse con el autor, pero no con la gente.

La calidad de un libro

-Usted sabe muy bien que la calidad de un libro no se define porque se venda más o menos. Corín Tellado o Poldy Bird venden mucho y no por eso son buenas escritoras, lo cual no quiere decir que no haya libros que vendan mucho y sean buenos… o que haya libros que vendan poco y efectivamente sean malos…

-Ninguna causa es condición suficiente para la otra. Yo no creo en el mito del genio incomprendido; yo creo que de alguna manera la persona con talento termina imponiéndose.

-Cuando yo leo un libro de un historiador miro dos o tres cosas que me parecen básicas. En primer lugar, creo que es importante mirar la bibliografía que consultó el historiador y, luego, las preguntas que ese historiador le hace al pasado para construir su texto histórico. Atendiendo a este criterio, la primera consideración que hago es si su pregunta acerca del ser nacional es compatible con la filiación progresista que usted dice asumir. Se lo digo porque esa pregunta habitualmente se la hace el nacionalismo de derecha.

-Vos sabés que el concepto «ser nacional» es de Heidegger, y Heidegger no era un tipo de derecha.

-Yo tengo entendido que Heidegger era nazi confeso y asumido. Lo que no se puede discutir es que en la Argentina el interrogante sobre el «ser nacional» pertenece a la derecha, mientras que los sectores progresistas hablan de la construcción de la identidad nacional como un proceso. Le recuerdo que la derecha encuentra en el ser nacional una entidad idéntica a sí misma, refugiada en el pasado y a la que hay que defender de las acechanzas de enemigos de toda laya… la doctrina de seguridad nacional de los militares está hecha sobre la base de la defensa del ser nacional.

-Si vos has leído mi libro te darás cuenta de que no planteo eso.

-He leído los dos tomos y en el prólogo usted habla de la búsqueda del ser nacional.

-Bueno… claro que hablo de ese tema, porque me parece que la búsqueda de la identidad ha sido un problema argentino de raigambre histórica…

-Lanata… no es un juego de palabras… hay una gran diferencia entre decir «ser nacional» o «construcción de la identidad». Hubo largas polémicas entre historiadores como para que se trivialice la discusión…

-Puede ser, pero ésa es mi manera de pensar.

-Está bien, pero el otro tema que me interesa hablar es sobre la bibliografía que usted señala en sus libros. Me llama la atención que allí no estén, por ejemplo, los historiadores de izquierda…

-¿Por ejemplo?

-Milcíades Peña..

-No lo señalo porque es muy panfletario…

-Mire que está haciendo una afirmación muy audaz.

-Tengo derecho a no coincidir con Milcíades Peña…

-Pero tampoco están mencionados Portantiero, Murmis, Peter Waldmann.

-…

-Tampoco habla de de Alberto Plá, de Juan Carlos Torres… de Gino Germani.

-¿Y cuál es el problema?

Un aplazo

-El problema es que en el conocimiento histórico la diferencia la marca la actualización de la bibliografía. No es lo mismo si yo estudio a Hipólito Yrigoyen por Manuel Gálvez, que si lo estudio por David Rock, porque la evaluación del jurado no será la misma…

-Lo que pasa es que a mí me importa un pomo ser evaluado por los historiadores o por las academia de historia; es más, estoy orgulloso de ser rechazado por la academia de historia, ¿quiénes son los señores de la academia? ¿quiénes son los que me van a evaluar a mí? Estos señores me pueden aplazar si quieren y yo me voy a sentir orgulloso por ese aplazo.

-Le recuerdo que toda disciplina de conocimiento constituye una comunidad académica que es la que establece en términos generales los niveles óptimos del saber que esa comunidad va construyendo.

-A mí esa comunidad me importa un carajo…

-Lo suyo suena lindo como panfleto, pero no es cierto; usted sabe o debe saber que esos historiadores han trabajado y siguen trabajando con mucho esfuerzo y talento y no es un antro de carcamanes, sino de gente joven y de gente con experiencia que ha desarrollado el conocimiento histórico de manera notable en los últimos años.

-Esta bien; yo respeto la trayectoria de algunos, pero el juicio de la academia me parece para nada importante. Los tipos de la academia no se preocupan por la gente, no saben transmitir su conocimiento al saber popular y viven una pelea constante de guetos…

-Esas peleas ocurren en todos lados, entre los historiadores, entre los periodistas y entre los podólogos…

-Lo que te quiero decir es que yo no escribo historia para las historiadores; los historiadores me importan un carajo, yo escribo historia para la gente.

-Lo tuyo es una respuesta populista.

-Ojalá sea populista… a mi me importa la gente, a mí, a diferencia de otros, me preocupa mucho la gente…

-No me corra con el latiguillo de que a usted le preocupa la gente y a mí no…

-Vos decís eso, yo no lo digo…

-Lo que yo digo es que las instituciones algún sentido tienen en el universo social y en la construcción del conocimiento, por lo que me parece por lo menos imprudente que alegremente usted desprecie esas instituciones…

-Yo estoy a diez cuadras de eso…

-Lo dice con tanta insistencia que voy a terminar por creérselo…

-Si la academia tuviera el sentido que debiera tener; si la universidad sirviera para la investigación y no para la difusión de trabajos que son para cuatro capillas, otro gallo cantaría…

-Lo que pasa es que usted escribió un libro de historia y yo le hago las preguntas desde el saber histórico…

-Ése es el error… yo no escribí un libro de historia, mi libro no es de historia…

-¿Y entonces qué es?

-Es lo que yo tenía ganas de contar sobre la historia…

Los contenidos

-Nadie pone en discusión su derecho a escribir lo que se le da la gana; lo que me importa discutir son los contenidos de ese texto. Por ejemplo: usted dice, o dicen de usted, que es un periodista progresista, pero en el libro no hay una referencia al marxismo…

-Bueno… no es obligación ser marxista.

-No es obligación ser marxista, pero el análisis de clases sociales, o relación entre estructura económica y poder político son elementos válidos y necesarios para comprender la realidad…

-Ya lo sé… no soy tan bruto…

-No lo dudo, pero en su libro esto no está planteado…

-¿Alguna otra pregunta?

Por supuesto… usted habla de la década del treinta, pero de la crisis de Wall Street, decisiva para entender el proceso de esos años, casi no dice una palabra. Tampoco dice dice una palabra sobre el cambio de modelo de acumulación capitalista de esos años que, dicho sea de paso, Milcíades Peña fue el primero en observar.

-Vos sabés que toda selección implica dejar una cosa de lado y dar más importancia a otra. La que yo hice es mí selección, no quiere decir que sea la correcta, es la mía…

-Al principio de la entrevista le dije que yo no pongo en duda su libertad de expresión, pero discuto sus criterios.

-Vos tendrás tu punto de vista; pero yo quería escribir lo que escribí.

 

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