¿Puede haber segundo tiempo para Mauricio Macri?

Conozco dos momentos en los que los políticos escriben libros: ante de una campaña electoral o antes de irse de este mundo. En éste último caso se llaman “Memorias”, y en el primer caso los títulos que les atribuyamos pueden ser diversos pero el objetivo suele ser el mismo. Así lo hicieron Cristina Kirchner y Raúl Alfonsín, Barack Obama y Tony Blair, para mencionar los más cercanos.

En la misma línea se inscribe Mauricio Macri con su reciente “Primer tiempo”, un título que, sin demasiadas exigencias interpretativas, sugiere que habrá un segundo tiempo cuyo resultado el autor intenta anticipar a lo largo de más de 300 páginas.

Se sabe que a todo libro hay que evaluarlo por lo que dice y por lo que calla; por su retórica y por sus silencios. “Primer tiempo” abunda en consideraciones acerca de su gestión presidencial con las previsibles ponderaciones de su gobierno, aunque tal vez el rasgo diferencial en el género esté dado lo que, por comodidad, podríamos denominar una sobria autocrítica, matizada en muchos casos por los dilemas y vacilaciones que se le presenta a un presidente de la nación quien al momento de tomar las decisiones más importantes suele estar acechado por el aura de la soledad.

Macri reflexiona sobre el pasado y evalúa el presente, sin disimular que para el período presidencial a iniciarse en 2023 las soluciones políticas, económicas y sociales serán las que él recomienda: el “segundo tiempo” que corresponde a un “partido” cuyo resultado definitivo, para el autor del libro, no arroja dudas.

Macri presenta un libro, pero al mismo tiempo produce un hecho político. Corresponde a los lectores evaluar la calidad del libro, pero corresponde a los analistas políticos y a la opinión pública interrogarse no tanto acerca de las bondades de un texto, sino si efectivamente habrá un segundo tiempo y si le corresponderá a Macri ser el capitán de ese equipo, para continuar con la jerga futbolera, incluyendo una palabra que en las filas del Pro parece ser decisiva e inspiradora: “Equipo”.

El libro, por lo tanto, deja abierto un interrogante cuya resolución se deberá forjar no en el papel sino en el territorio a veces áspero, a veces confuso, en más de un caso imprevisible, de la lucha política. La ceremonia en la cual se presenta el libro también importa, porque están en coincidencia con el “espíritu” del texto. Menciono dos protagonistas: Mario Vargas Llosa y Julio María Sanguinetti.

El perfil liberal (omito deliberadamente el neologismo neoliberal) es inequívoco. Como también es inequívoca la crítica a lo que Macri califica como “populismo”, una categoría conceptual que si bien no la define académicamente, señala con elocuencia algunos de sus rasgos centrales.

¿Ejemplos? Para el ex presidente, la principal falta a imputarle al populismo es la de proponerse internalizar en la sociedad los hábitos de la resignación y el conformismo, la aceptación de lo que califica como un “status quo” que nos condena al atraso y al deterioro progresivo de la calidad de vida cotidiana; un “status quo” cuyos protagonistas centrales son los poderes corporativos: sindicalistas titulares de privilegios cuando no corrompidos y empresarios protegidos por el Estado; ese orden al que Macri no vacila en admitir que por razones familiares él también perteneció, aunque luego decidió apartarse, un reconocimiento o una confesión necesaria por parte de quien es, por decirlo de una manera rápida, portador de un apellido relacionado con los poderosos grupos económicos forjados en las últimas décadas e integrantes en más de un caso del mencionado status quo.

Si el concepto “populista” es sometido a diferentes tonos de crítica, contenidos como libertades económicas, civiles y políticas, estado de derecho y federalismo, son su contracara.

Más allá de rótulos e incluso prejuicios, el tono político del libro es inequívocamente liberal. No se me escapa la amplitud de este concepto o sus diferentes registros interpretativos, pero si queremos eludir las celadas del relativismo, corresponde admitir que esa identidad liberal es genuina.

Lo es atendiendo a nuestras tradiciones políticas, lo es en la reiteración de algunas palabras claves del repertorio liberal y lo es incluso por ese esfuerzo en constituir su identidad política a partir de la exigencia de observar el fluir de la vida cotidiana despojado de anteojeras ideológicas, en tanto esa “practicidad” es también una marca de genuino cuño liberal.

Más allá de etiquetas, la preocupación de Macri es coincidente con la preocupación de todos los argentinos de buena voluntad. El capitalismo en la Argentina, entendido como modo de producción, pero también como cultura y suma de relaciones sociales y políticas, no funciona o funciona mal. Y de lo que se trata es de corregir o cambiar una realidad por la que nos deslizamos en un peligrosos plano inclinado.

Al realismo político de Macri no se le escapa que la presidencia de la nación no se conquista escribiendo un libro, pero importa a la hora de pensar la política en términos de opinión pública y de circulación de ideas que un dirigente que además ocupó las principales responsabilidades institucionales del país exprese con palabras sus puntos de vista y a esas palabras las firme.

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