Crónicas santafesinas

 

I

Cada ciudad en la Argentina posee su identidad periodística distintiva. En Santa Fe, esa identidad se llama El Litoral, como en Rosario se llama La Capital, en Córdoba, La Voz del Interior, en Tucumán, La Gaceta, en Paraná, El Diario o en Mendoza, Los Andes. Los tiempos han traído sus modificaciones, incluyendo la presencia de nuevas plataformas de comunicación. No sé qué pasará en el futuro, pero por ahora me alcanza con saber que para los contemporáneos estas tradicionales identidades periodísticas se sostienen, al punto que, por ejemplo, el nombre o la marca o el símbolo, «El Litoral» sigue despertando un reconocimiento inmediato e integra los cuatro o cinco símbolos cotidianos de la identidad santafesina. Se podrá estar más o menos de acuerdo con su línea editorial, se lo podrá leer más o menos, pero no hay santafesino, rico o pobre, del sur o del norte, del este o del oeste de la ciudad que no sepa que El Litoral es el diario histórico de Santa Fe, que la exclusiva mención de la palabra evoca un pasado, una tradición, siempre polémica, siempre controvertida, pero siempre vigente. No sé si todos los santafesinos hoy leen El Litoral, pero sí sé que todo santafesino sabe, recuerda, evoca que su padre y su abuelo a la caída de la tarde esperaban el diario voceado por los canillitas de la ciudad. Y ese recuerdo constituye un paisaje emotivo identificado con la infancia o la adolescencia, un recuerdo que perdura. Dicho con otras palabras, esos recuerdos constituyen aquello que por comodidad y sin entrar en polémicas lingüísticas, denominamos «identidad». Hace muchos, muchos años, en Córdoba se escuchaba a un cantor emblemático del folklore de esa región: el Chango Rodríguez. Una de sus canciones más populares se iniciaba con estos versos: «En Córdoba las mujeres/ le llamarán la atención,/ los vinos, los alfajores/ y La Voz del Interior». Si modificamos Córdoba por Santa Fe y La Voz del Interior por El Litoral, arribamos a la misma epifanía.

 

II

Un diario regional no nace y en el acto se transforma en un símbolo de la ciudad. Para ello es necesario un proceso histórico en el que se suman condiciones sociales propicias, aciertos empresarios, un equilibrio entre conciencia social y relaciones de poder. Son los aciertos, los años, las alternativas de los procesos sociales y políticos los que terminan configurando una identidad periodística precisa y esa íntima identificación del diario con sus lectores, identificación que no excluye críticas. En Santa Fe hubo diarios importantes antes de El Litoral y después de El Litoral. Sin ir más lejos, menciono El Orden, fundado en 1927 y cuyo director fue Alfredo Estrada. Se dice que El Orden compitió de igual a igual con El Litoral durante casi treinta años, hasta su cierre en 1957. ¿Por qué uno cerró y el otro continuó? No sé si hay alguna investigación al respecto, pero más allá de detalles y atendiendo a algunos escasos testimonios orales, puede que las diferencias familiares o la identificación del diario El Orden con el peronismo desde 1945 a 1955 algo haya tenido que ver, pero insisto, el tema merecería una investigación más rigurosa.

 

III

Cuando en 1967 llegué a Santa Fe, el diario de la ciudad era El Litoral, pero al año siguiente (estoy recordando de memoria por lo que puedo equivocarme con las fechas) nació el Nuevo Diario; lo evoco con sus páginas en color, aunque ya se sabe que la memoria no siempre es confiable y mucho menos en cuestiones pictóricas. El Nuevo Diario, a diferencia de El Litoral, era matutino y las imágenes que registro es la de los canillitas vendiendo y a los parroquianos de los bares leyéndolo con el café de la mañana. Según tengo entendido, fue un diario que nunca llegó a vender el número de ejemplares de El Litoral, pero seguro que ganó un importante número de lectores. Cerró a fines de 1975 en un contexto empresarial complicado y un escenario político mucho más complicado. Los otros diarios que registro de aquellos años de estudiante fueron El Federal, que salió alrededor de los años ochenta, y el Hoy en la Noticia, que inició su actividad a fines de 1985, si no me marran las cuentas. De El Federal, lo que puedo decir es que trabajaron allí algunos periodistas amigos. Los rumores que me llegan a la distancia es que se trataba de un proyecto periodístico del radicalismo, aunque algunos de sus principales responsables eran personajes de primera línea del peronismo ortodoxo. No duró mucho y no creo que en algún momento le haya hecho sombra a El Litoral que para esos años todavía tenía su sede en calle San Martín, al lado del Instituto Nacional de Educación Física (INEF) y del bar Hernandarias o, como le decían los veteranos, La Técnica.

 

IV

Con el que sí me voy a extender más es con diario Hoy en la Noticia. Y por varias razones. La primera, muy personal, porque allí me inicié como periodista «profesional», si es que cabe esa palabra. El diario funcionaba en un local de calle 1º de Mayo entre Catamarca y Vera. Sus «jefes» de redacción eran Carlos Morán y Atilio Pravisani. De Atilio tengo recuerdos muy agradables de aquellas jornadas de periodismo de hacha y tiza. Y de Carlos, lo único que me permito decir es que además de su probidad profesional y su talento como escritor, lo cuento entre mis amigos entrañables. Yo me inicié en ese diario escribiendo una columna en contratapa que se titulaba, parodiando a Discépolo, «Como una escuela de todas las cosas». Pretendía ser algo así como un aguafuertes santafesinas firmadas por El Turco. Mi modelo -distancias siderales al margen- era Roberto Arlt. Esas acuarelas las escribí de manera intermitente durante cuatro o cinco años, y al principio todos los días o casi todos los días. A algunos les gustaban mucho a otros les gustaban menos. Yo siempre me atajaba diciendo que no se puede estar brillante todos los días del año, por lo que era fácil observar que había notas mejores que otras y algunas que tal vez hubiera sido mejor no haberlas escrito. A los pocos meses de escribir esta columna empecé a escribir crónicas políticas y a realizar entrevistas. En realidad, el Hoy en la Noticia fue para mí una gran escuela de periodismo porque allí hice de todo, incluso críticas de libros y de películas, notas sociales, algún partido de fútbol y alguna que otra crónica policial guiado por quien creo que fue y de alguna manera es el mejor cronista de Policiales que he conocido: el flaco Pagés.

 

V

El otro rasgo que me importa destacar del Hoy en la Noticia, es que por determinadas circunstancias históricas su redacción incluyó desde 1986, es decir, desde hace casi treinta y cinco años, a toda una generación de periodistas que hasta el día de hoy intervienen en las crónicas de la ciudad. El Hoy en la Noticia debe haber durado cinco, seis años a lo sumo, una vida no exenta de altibajos empresariales y vicisitudes periodísticas novelescas. Pero en el Hoy en la Noticia hicieron sus primeros palotes periodistas distinguidos por su calidad profesional en El Litoral, en La Capital e incluso en LT10 y LT9. Algunos ya tenían experiencia. Pienso en Pagés, en Roberto Maurer, en el Lobo Pallero, en Jorge Conti, en Emilio Toibero, para mi modesto entender el mejor crítico de cine del país. Otros, eran aguiluchos que estaban afilando el pico y aprendiendo a volar. Menciono al pasar a Guillermo Dozo, Mario Cáffaro, Jorge Sansó de la Madrid, Ignacio Hintermeister, Marta Facino, César Benítez. Y seguramente me quedan algunos en el tintero. En lo personal, en el Hoy en la Noticia aprendí a escribir en medio del estrépito de una redacción; aprendí que una crónica tiene una hora para salir y hay que escribirla sí o sí; aprendí a buscar la noticia o la entrevista; aprendí a preguntar y a escuchar y en la mayoría de los casos sin grabador; aprendí a distinguir una información precisa de una operación política; aprendí a improvisar notas de relleno, a traducir gacetillas monótonas y mal escritas. Aprendí en definitiva a ser, para bien o para mal, un periodista, aprendizaje que, por supuesto, continúa.

 

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