Crónicas santafesinas

 

 

La foto no miente. Estoy conversando con Juani Saer en su casa de París. Barrio Montparnasse. Esto ocurrió en 1995, mediados o fines de enero. Habíamos terminado de almorzar y nos acomodamos en el diván que registra la imagen para conversar de cosas de la vida. La ventana permite apreciar un «pedazo» del barrio. De esa charla recuerdo dos o tres cosas. La primera, es que en esos días había muerto Carlos Monzón y Juani quería saber el lugar exacto del accidente. En algún momento conversamos del bar Doria y de un club donde Juani solía ir con frecuencia a jugar a las cartas. El tercer tema fue el diario El Litoral, sus años de periodista (por decirlo de alguna manera) en el vespertino santafesino y el escándalo ocurrido -calculo que en 1960- con motivo de la publicación en la sección literaria del diario de su cuento «Solas». Esa siesta nos quedamos conversando casi hasta la caída de la tarde. Otro «detalle» tengo presente de esa tertulia: Juani me preguntó con insistencia los precios de una casa en Santa Fe, una casa que el imaginaba en barrio Candioti o en la zona de Plaza Constituyentes. Tengo presente ese momento de la charla. En particular la insistencia con que preguntaba, entre cigarrillos y café, sobre las casas en venta en Santa Fe. Después, concluyó el tema diciendo como si hablara consigo mismo: «Pero no voy a regresar a vivir a Santa Fe; después de tomar una decisión yo no vuelvo sobre mis pasos». Esto ocurrió en 1995. Hacía casi treinta años que vivía en París y faltaban diez para su muerte. Al otro día fuimos a cenar a un restaurant donde el plato distinguido de la casa eran ostras. A la salida caminamos por el barrio, pasamos por frente del cementerio de Montparnasse y me dijo que ahí estaban enterrados los restos de Sartre, Simone de Beauvoir y Julio Cortázar. Cosas de París: hasta un cementerio puede ser una página literaria. A la vuelta del cementerio, en una de esas callecitas encantadoras del barrio, hay un hotelito más bien modesto. A un costado de la puerta, una placa en la que informa que allí vivieron Sartre y Simone durante casi tres años. Dos cuadras más adelante, otra placa donde informa que en esa esquina cayeron baleados por los nazis dos jefes de la resistencia francesa.

 

II

Pero de esas improvisadas tertulias y paseos por Montparnasse, de lo que más hablamos fue de anécdotas ocurridas en Santa Fe, y en particular las protagonizadas en el diario El Litoral. Explico algunos pormenores para quienes no están debidamente informados. El diario publicó en su momento el cuento «Solas». Es un relato presente en el primer libro publicado por Juani en 1960. El libro, como todos saben, se llama «En la zona». Consta de catorce relatos divididos en dos partes: «Zona del puerto» y «Más al centro». Está precedido de un prólogo de Juani fechado en agosto de 1960, prólogo que concluye con una frase de André Gide: «Los buenos sentimientos tal vez no sirvan más que para hacer mala literatura». Decía que «En la zona» es el primer libro de Juani, y a su vez es el primer libro que leí de él unos cuantos años después de su publicación. El libro me lo regaló Juan Manuel Inchauspe y lo «devoré» de una sentada una tarde de primavera de 1978 en la vereda del bar de San Jerónimo y bulevar. Nunca más dejé de leer a Saer y en particular «En la zona». Los amigos de la guardia vieja de Juani, aquellos más relacionados con la noche y el escolaso que con la literatura, juran y perjuran que es el mejor libro de Juani. Yo no estoy tan seguro que así sea, pero no dudo de que es un libro excelente escrito por un «chico» de veinte años que en ese primer libro anticipa su proyecto literario al que se mantendrá fiel toda su vida. Certifica esta afirmación el último cuento de «En la zona», «Algo se aproxima». Estamos ante un cuento saeriano por excelencia. Los personajes: dos muchachos y dos chicas en un departamento de pasillo que podemos imaginarlo en avenida Freyre; un asado al mejor estilo Saer; las copas de vino, el hielo, la ensalada, los cigarrillos, la humedad y el calor santafesino; la relación entre los hombres y las mujeres con una retórica desenfadada al mejor estilo años sesenta y las consideraciones políticas y estéticas del caso. En cierto momento Barco, el personaje en cuestión, expresa en pocas palabras el manifiesto estético de Juani: «Una ciudad es para un hombre la concreción de una tabla de valores que ha comenzado a invadirlo a partir de una experiencia irracional de esa misma ciudad… Yo escribiría la historia de una ciudad. No de un país, ni de una provincia: de una región a lo sumo. Envidio a la gente que no tiene imaginación: no necesita dar un paseo por el sistema solar para llegar a la esquina de su casa. Salen a la puerta de la calle y ahí están: el buzón, el almacén con olor a yerba y a queso fuerte, el paraíso o el algarrobo agonizando en junio. Nosotros tenemos que confrontarlo con nuestro propio mundo espiritual antes de admitirlos. Reconozco que esa simpleza es algo que no puede elegirse, pero la añoro: es que, dando una vuelta tan larga, antes de aprender a tocar las cosas, uno está donde se lo ha buscado: en el aire».

 

III

Decía que la piedra del escándalo en la ciudad fue el cuento «Solas». El relato describe una única escena. Dos mujeres que ejercen el más viejo de los oficios (aunque nunca se emplea la palabra prostitución), que en el cuarto de una vieja pensión reflexionan acerca de los hombres, acerca de la relación de ellas con los hombres, pero en todos los casos hablan de ellas mismas. El relato sugiere, de una manera muy velada, no que haya una relación lésbica entre ellas, sino que una de ellas, Lila, a partir del rechazo más existencial que físico que le producen sus clientes, insinúa alguna atracción hacia la otra mujer. Insisto, es apenas una insinuación, un gesto que expresa más su cansancio moral que el deseo sexual. Punto. No hay escenas escabrosas, no hay «malas palabras». Sin embargo la publicación del cuento en la página literaria de El Litoral fue un verdadero escándalo que, como los años se han encargado de verificarlo, puso más en evidencia la moralina mojigata, prejuiciosa y santurrona de un sector de la iglesia católica que la calidad del cuento y la decisión del diario de publicarlo atendiendo a su valor literario. Estamos en 1960. Gobierna Sylvestre Begnis. Las secretarías de cultura de la universidad, de la provincia y de la municipalidad están a cargo de intelectuales progresistas. Son los años de Cine Club, el teatro independiente, el Instituto de Cine, los coros y la politización universitaria. Sin embargo, la publicación de un cuento que, como me dijera un amigo católico, hoy lo podrían leer las monjas de clausura sin inmutarse, provocó un escándalo de los grandes en la ciudad.

 

IV

Conversando con viejos amigos, todavía no entendemos por qué tanto ruido. Santa Fe en 1960 estaba muy lejos de ser una aldea medieval. Para esa fecha el Papa era Juan XXIII y ya estamos en los umbrales del Concilio. En la ciudad eran conocidos sacerdotes con ideas progresistas y lúcidas lecturas del Evangelio. Sin embargo… lo que me cuentan viejos periodistas del diario es que llovieron comunicados de repudio de asociaciones y comisiones parroquiales. Un amigo se acuerda de cuando llamó por teléfono una voz anónima y luego de insultarlo le dijo: «Manga de degenerados, hoy publicaron ‘Solas’, ¿cuándo van a publicar ‘Solos’?». Toda una radiografía de la ciudad, o por lo menos un sector representativo de la ciudad, se podría sintetizar en esa frase. No conforme con eso, los ultramontanos salieron a la calle. La anécdota que me cuenta Jorjote Reynoso Aldao es elocuente y risueña. Estamos hablando del diario con sede en calle San Martín, entre Catamarca y La Rioja. Desde el balcón del primer piso Jorjote ve a la gente que avanza por calle San Martín desde el sur. Alarmado se dirige al despacho de Pisto Caputto y le dice algo alterado: «Pisto…Pisto… se vienen». Caputto lo mira tranquilo y le pregunta: «¿Una manifestación?». «No, Pisto, peor que una manifestación, una procesión». Increíble. Una procesión con todos los símbolos, los atuendos y la letanía de una procesión, para lavar de pecados a una ciudad y a un diario que se había atrevido a publicar un relato escrito por quien luego será reconocido como uno de los mejores escritores de la Argentina. Cosas veredes, Sancho.

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/314309-juani-saer-montparnasse-y-solas-cronicas-santafesinas-opinion-cronicas-santafesinas.html]

 

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