De Laura Radetich a Alberto Fernández

 

I

Convengamos que los dioses nos han permitido atravesar por los rigores de una semana en la que el peronismo pareciera que se propuso hacer todos los esfuerzos imaginables para exhibir uno de los perfiles de un rostro que, si bien se distingue por sus múltiples expresiones, esta vez nos brindó la oportunidad de conocer o reconocer una de sus facetas más genuina. Desde la libertad jaranera y bulliciosa del tumultuoso y gregario Pata Medina, a la gestualidad mazorquera del señor Luis D’Elía cortando con un puñal su tobillera, hasta llegar a las manifestaciones actorales de Raúl Rizzo convocando con tono espartaquista a la lucha armada para concluir con la pobreza, nada nos fue negado. Como broche de oro a esta secuencia bizarra de cultura nacional y popular, se suman los aportes a la pedagogía de la liberación de la profesora Laura Radetich, culebrón protagonizado en la escuela «María Eva Duarte», situada en la calle «Perón» de la muy digna Ciudad Evita del mítico y muy peronista territorio de La Matanza. Recuerdo que ante el espectáculo que tuvimos el privilegio de presenciar a través de la magia de las redes, un peronista amigo me advirtió que no recurra a mis habituales críticas de mala fe pretendiendo responsabilizar al peronismo por los desquicios de una profesora extraviada. Algo de razón le asistía a mi amigo. Alienados, locos o fanáticos hay en todas partes, por lo que no es justo invalidar una posición política o una identidad política por los descalabros emocionales de una señora enajenada o, por qué no, víctima de la celada tendida por adolescentes traviesos. Confieso que tuve en consideración las advertencias de mi amigo y hasta me parecieron muy sensatas: locos hay en todas partes.

 

II

Hasta aquí, hasta el jueves, todos amigos: el peronismo no es responsable de los actos de una tarada. Pero hete aquí que el viernes sale a la palestra el mismísimo presidente de la nación a bancar sin beneficio de inventario las hazañas pedagógicas de su compañera Laura Radetich. O sea que aquello que para mí y para mi amigo peronista constituía un lamentable y marginal comportamiento de alienación y fanatismo, para el señor presidente fue una clase de peronismo nacional y popular de alta escuela, con el añadido exquisito de una lección de tolerancia y pluralismo. Que me perdone mi amigo, pero estoy tentado a creer que el presidente y compañero Alberto Fernández dispone de más credenciales que él para evaluar y calificar lo que realmente ocurrió, motivo por el cual no me queda otra alternativa que admitir que lo sucedido en la escuela «María Eva Duarte» no fue un accidente, mucho menos un episodio marginal, sino el testimonio de una legítima pedagogía populista. Laura Radetich, para decirlo de una manera más franca, no está sola en esta patriada peronista. La pregunta a hacernos en todo caso, pregunta que la expreso con un leve pero indisimulable temblor es: ¿Cuántas Laura Radetich dan clases en las escuelas argentinas? Solo el compañero Baradel puede por ahora responder a semejante pregunta.

 

III

Que en el peronismo hay una tradición de adoctrinamiento en las aulas no es ningún secreto ni ninguna injuria contra su buen nombre. Desde los tiempos en que la palabra «Mamá» fue desplazada por la palabra «Evita» y «La razón de mi vida» se constituyó en el libro de lectura obligatoria, tan obligatorio como el luto y el minuto de silencio a las 8:25, la tentación de adoctrinar o de formatear a los niños y los adolescentes en las virtudes y bondades de la patria libre, justa y soberana perpetrada por la generosidad del Primer Trabajador, fue una tentación insistente y obsesiva. En los tiempos kirchneristas esta tentación corre el peligro de reeditarse en términos prácticos. Sobre estas «menudencias» no es la primera vez que nos llegan noticia parecidas. Radetich es tal vez la expresión más exasperada, más grotesca, pero no la más marginal. Dicho con otras palabras, Radetich no es una excepción en la cultura nacional y popular. En todo caso, lo que Radetich expresa con más crudeza y tal vez con más vulgaridad o desequilibrio emocional, es el principio de que la letra con sangre entra. Ya no se trata de adoctrinar por la vía de la persuasión; se adoctrina a los gritos, vociferando, imponiendo con los tonos de voz la autoridad sobre los adolescentes. Alguien podría observar que en realidad esta profesora lo que hace es exactamente lo contrario a lo que aconsejaría un manual de adoctrinamiento, en tanto se supone que la enseñanza de cualquier doctrina exige persuasión, consenso, tonos de voces suaves, modulados, es decir, exactamente lo contrario a lo practicado por nuestra venerable profesora y compañera. La observación es pertinente, pero no sé si los peronistas K están muy convencidos de esta versión «dulce» de la persuasión.

 

IV

Dos novedades me permitiría registrar en esta suerte de vodevil populista. La primera, es que nada más y nada menos que el presidente de la nación, es decir, el que vendría a ser el presidente de todos los argentinos, sale a bancarla. ¿Con qué necesidad?, diría mi tía Carta. Vaya uno a saberlo. ¿Cree en lo que dice o lo suyo es una maniobra distractiva? De todos modos, el más elemental de los sentidos comunes aconsejaría que el presidente, con todos los problemas que agobian al país y con todos los problemitas que lo acucian a él como consecuencia de sus jaranerías y travesuras en los jardines adocenados de Olivos, no debería enfocar su atención en un episodio que bien mirado debería considerarse menor. Ahora bien, para el peronismo, ¿lo sucedido en La Matanza es un tema menor o es un tema clave para lo que se estima es su concepción de la cultura y el poder? Dos posibilidades admiten esta pregunta: o es un tema menor y por lo tanto el presidente comete un error al meterse a opinar sobre algo que muy bien podría, por ejemplo, hacerlo Forster o el Cuervo Larroque o, por qué no, algún puntero del barrio o, por el contrario, es un tema decisivo, un tema en el que el peronismo juega su identidad, su concepción de fondo acerca de lo que corresponde hacer en materia de cultura. No tengo una respuesta precisa a este interrogante, pero como se dice en estos casos, a veces una pregunta es más importante que una respuesta.

 

V

La segunda novedad que registro de este episodio algo truculento, proviene de quienes según se mire, son los protagonistas decisivos de lo ocurrido en el aula de una escuela que sugestivamente responde al nombre de «María Eva Duarte». Me refiero a los dos adolescentes que hicieron pata ancha a la atropellada pedagógica de la profesora. Al respecto otro interrogante me acucia: ¿los pibes actuaron con inocencia o lo que hicieron con típica picardía adolescente fue tenderle una cama a la compañera nacional y popular, cama en la que ella se acostó sin reparos ni remordimientos? Más allá de interpretaciones y suspicacias, lo cierto es que dos pibes que, como se decía en otros tiempos, recién les está creciendo la barba, la hacen entrar por el aro a la muy aguerrida militante nacional y popular. Nobleza obliga, hay que reconocer el coraje y la lucidez de los chicos que deciden contradecir a la profesora y conociendo el paño, filmarla en uno de sus habituales desplantes, porque, convengamos que esta no debe de haber sido la primera vez que la compañera se despacha con sus diatribas en contra del demonio llamado Mauricio y a favor de la santa y mártir llamada Cristina.

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/315751-de-laura-radetich-a-alberto-fernandez-cronica-politica-opinion-cronica-politica.html]

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *