Política, peronismo y libido

 

I

La semana política se inició con la victoria de «Juntos por el Cambio» (no sé si ese es el nombre exacto, pero para el caso es lo mismo) en la provincia de Corrientes. Más que una victoria fue una paliza, aunque cometerían un error los opositores si pensaran que estos resultados son un termómetro de la política nacional. Lo sucedido en Corrientes obedece, en primer lugar, a cuestiones internas, seguramente a la buena gestión de Valdés y seguramente a la incapacidad del peronismo correntino para armar una propuesta alternativa, pero asimismo no deja de llamar la atención la abrumadora diferencia de votos. Una interpretación afín a Juntos por el Cambio observa que algo de esa ventaja tiene que ver con el desencanto por la gestión del gobierno liderado por Alberto y Cristina. Desde el peronismo se insiste en que en Corrientes se votó atendiendo razones internas y a la conclusión que habría que arribar es que en las provincias gana el oficialismo no importa su signo, motivo por el cual afirman que, por ejemplo, en CABA ganarán los candidatos de Rodríguez Larreta, pero en provincia de Buenos Aires ganarán los candidatos del peronismo. ¿Será tan así? A estos interrogantes solo los despejan las urnas, mientras tanto todas las especulaciones y todos los deseos son posibles.

 

II

La madre de las batallas, ya se repitió hasta el cansancio, es provincia de Buenos Aires. El 12 de septiembre se inician las escaramuzas preparatorias para noviembre, pero según sean los resultados pueden anticipar el desenlace final. Se sabe que las PASO están programadas para resolver diferencias internas entre las coaliciones pero, por ejemplo, si la suma de votantes de Juntos por el Cambio supera por un voto a la suma que obtiene Victoria Tolosa Paz, los peronistas deberán poner las barbas en remojo para la cita de noviembre. Si los resultados fueran a la inversa, los problemas los empezarían a tener los candidatos de Juntos por el Cambio. Si un anticipo me fuera posible (y a quienes comentamos los acontecimientos políticos nos cuesta mucho resistir a esa tentación tan poco académica), diría que si no ocurren cosas extraordinarias habrá una competencia pareja. Podrá ganar el peronismo o Juntos por el Cambio por una pequeña diferencia, pero no por mucho más. Como es sabido, en las elecciones de 2019 el peronismo ganó por más de doce puntos. ¿Qué pasaría si ganara por seis puntos? En política los números son importantes, pero también importa la interpretación que se hagan de los números. Si sucediera una victoria del peronismo bonaerense por esa diferencia, se me ocurriría pensar que los competidores darían los argumentos necesarios para convencer a la opinión pública que ganaron. El peronismo admitiría que perdió seis puntos respecto de 2019, pero que finalmente ganó. Y Juntos por el Cambio sostendría que son los ganadores morales de la contienda. Cosas veredes, Sancho.

 

III

Es verdad que el peronismo en estas últimas semanas cometió una suma de deslices fáciles de registrar, pero habría que preguntarse si esas «faltas» tienen algún efecto en el humor del electorado. Los anuncios de Victoria Tolosa Paz acerca del derecho «a garchar» fueron expresados en una reunión juvenil y en un tono festivo más que como propuesta programática. Puede que lo suyo haya sido innecesario, grosero y oportunista, pero no estoy seguro de que sus inesperados pronunciamientos escatológicos en materia sexual influyan demasiado en el electorado. En términos de debate teórico, podría decirse que sus declaraciones fueron inoportunas e innecesarias, entre otras cosas porque tampoco creo que su liberalidad sexual le vaya a reportar votos juveniles. Digamos que las libertades sexuales en la Argentina están garantizadas y pertenecen exclusivamente al mundo privado. Solo a un Estado totalitario e integrista se le podría ocurrir legislar en materia sexual. A Tolosa Paz le recuerdo que en Occidente el derecho al goce, al placer, a la libertad de los cuerpos es un derecho conquistado por la generación del sesenta. En términos generacionales, Tolosa Paz seguramente tiene poco y nada que ver con aquellas batallas por la libertad, a lo que agregaría que en términos históricos el peronismo en ese terreno más bien ha estado en la vereda de enfrente. O sea que si fuera consejero de esta amable y correcta señora, le sugeriría que trate de no agitar banderas con las que tiene poco que ver. También le explicaría que Argentina no es Afganistán o Irán donde efectivamente defender las libertades sexuales es una consigna justa y urgente, consiga que exige de quienes la sostienen coraje y riesgo, dos condiciones que no estoy del todo seguro que Tolosa Paz esté en condiciones de exhibir.

 

IV

Lo de Sabina Frederic acerca del aburrimiento de Suiza en contraste con la supuesta alegría de Argentina, no queda claro si fue una boutade o una declaración existencial acerca de las virtudes del placer y los pesares del tedio. En cualquiera de los casos no es la frase más oportuna y feliz que debe pronunciar una Ministra de Seguridad en un país como la Argentina y en tiempos de pandemia. Suiza exhibe una calidad de vida que ojalá nosotros pudiéramos acercarnos aunque más no sea a la mitad. ¿Aburridos? No tanto. A la señora Frederic le voy a recordar, por ejemplo, (y perdón que acuda a la literatura) que la última novela de Patricia Highsmith, «Small g: un idilio de verano», escrita creo que en 1995, está ambientada en Zurich y por lo que podemos apreciar el «derecho a garchar», más otras satisfacciones del cuerpo y del alma, están garantizados con creces. Y ya que incursionamos en la literatura, les recuerdo que antes que Tolosa Paz y Frederic, un personaje salido del guion de Graham Greene: Harry Lime (interpretado por un joven Orson Welles) se burla del supuesto aburrimiento de los suizos, tan pacíficos y laboriosos, que en quinientos años solo fueron capaces de crear el reloj cucú, cuando en Italia los Borgia si bien abusaron de los beneficios del puñal y del veneno, al mismo tiempo gestaron el Renacimiento, a Leonardo de Vinci y a Miguel Ángel. El problemita de Harry Lime, el personaje de la película titulada «El tercer hombre» dirigida en 1949 por Carlo Reed, es que se trata de un psicópata que no vacilaría en exterminar a media humanidad para salirse con la suya. Un psicópata que además falta a la verdad histórica, porque como observaron los críticos, el ejército helvético en el siglo XVI era uno de los más feroces de Europa y el reloj cucú fue una creación de los alemanes de la Selva Negra y no de los belicosos suizos de entonces.

 

V

Ahora me pregunto sin disimular mi perplejidad. ¿Qué necesidad domina a algunas candidatas peronistas para meterse en temas que no son prioritarios para los argentinos y en los que además no tienen nada que ver? Sin ir más lejos, en estos días una ministra de provincia de Buenos Ares recomienda a los jóvenes no ver televisión. Maravilla. Digamos, a modo de síntesis, que si siguiéramos sus consejos deberíamos celebrar las hazañas de los motochorros y los narcos porque con sus arriesgados operativos nos liberan de las celdas del aburrimiento y, mientras tanto, y a modo de compensación, ejercer a plenitud el derecho «a garchar» pero eso sí, con los televisores apagados. El peronismo pensado como «la culminación alucinante de la libido», como escribió alguna vez un autor de la izquierda nacional sesentista. Mientras tanto…

 

 

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