Alguna vez se dijo que las elecciones PASO funcionan de hecho como una primera vuelta. Se convocan para que los partidos o coaliciones configuren sus candidaturas internas, pero en realidad se decide algo más y ese algo más suele ser decisivo en términos de poder. Las PASO desde esta perspectiva cumplen la función o de una tácita primera vuelta o una encuesta por demás sugestiva acerca de las preferencias políticas del electorado. Lo seguro en todos los casos es que van más allá de un proceso de selección interna. Y los votantes deben saberlo. Importa saber quien va primero o segundo en la lista, pero desde el punto de vista de poder importa saber cuántos ciudadanos votaron a una coalición o a otra. El domingo se inicia el proceso que culmina en noviembre, fecha en la que se sabrá cuántos diputados y senadores sumarán el oficialismo y la oposición, pero también se sabrá quién ganó y quién perdió. O si hubo equilibrio. ¿Ganar, perder? Efectivamente. En democracia ganar o perder no es una tragedia. Pero en todos los casos hay ganadores y perdedores. En democracia los acuerdos y los consensos son necesarios, pero en tiempos de elecciones lo que se imponen son las diferencias. Si así no fuera las elecciones serían innecesarias. Es malo suponer que en democracia todo es conflicto, pero es grave pretender suprimir el conflicto en nombre de un consenso que empieza a parecerse a la pretensión de unanimidad. Bienvenidos los acuerdos cuando son genuinos y reales, pero bienvenida la libertad de disentir.
II
Decía que las elecciones de domingo preparan las elecciones de noviembre. En la provincia de Santa Fe hay tres opciones electorales gravitantes. Se trata de una provincia que desde hace años se configura alrededor de estas tres posibilidades. Para decirlo de una manera más directa: a diferencia de otras provincias en Santa Fe gravita la coalición política Frente Amplio Progresista, coalición que pretende diferenciarse del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio; coalición con personalidad política propia en la provincia, algo debilitada desde el punto de vista de sus expectativas electorales por la lamentable muerte de su principal dirigente Miguel Lifschitz, pero que cuenta con la presencia de los intendentes de las dos grandes ciudades de la provincia: Pablo Javkin y Emilio Jatón. No parece ser la que obtendrá más votos según las encuestas, pero ya se sabe que las encuestas se suelen equivocar. Las dificultades para articular la propuesta en la provincia de Santa Fe con una opción política de alcance nacional es el flanco más débil del Frente Amplio Progresista, pero ya se sabe que lo que le otorga significado a la política es lidiar con dificultades.
III
Si se sostiene cierta tendencia ya presente en los anteriores comicios, es muy posible que Juntos por el Cambio sume en la provincia más votos que el peronismo. Es posible, pero la verdad se sabrá cuando se cuenten los votos. Juntos por el Cambio se presenta con cuatro corrientes internas que por sus propias necesidades sumarán votos para la Coalición y todo permite pensar que después de las PASO todos se sumarán en la misma línea. Por su parte, el Frente de Todos protagoniza una interna que adquirió notoriedad nacional porque un referente clásico del kirchnerismo como es Agustín Rossi confronta con el gobernador de la provincia, Omar Perotti, y en esa confrontación perdió los apoyos de Alberto Fernández, algo tal vez previsible, pero también perdió el apoyo de Cristina Kirchner, algo que en principio no era previsible. Sin embargo, las encuestas hablan de un Rossi con muy buenas posibilidades de ganar la candidatura a senador. ¿Es posible? Todo es posible en este valle de lágrimas, pero convengamos que si Rossi le ganara a Perotti la posición del gobernador quedaría muy debilitada. ¿Por qué Cristina legitimó a los candidatos de Perotti y no a Rossi? Misterio. Y llamo misterio a los hechos que ocurren sin que el observador disponga de los conocimientos que podrían explicarlo.
IV
En la provincia de Santa Fe hay problemas conocidos, problemas que no son muy diferentes a los de provincias como Córdoba, por ejemplo. Pero Santa Fe marca una diferencia y esa diferencia es el crimen organizado, el narcotráfico que desde hace tiempo ha asentado sus reales en la ciudad de Rosario y el Gran Rosario. ¿Por qué allí? No hay una respuesta exclusiva a este interrogante, pero lo cierto es que la pregunta sigue vigente. No hay respuesta exclusiva, pero está claro que en ciudades parecidas a Rosario esto no ocurre. O por lo menos no ocurre en esa intensidad. En Rosario el crimen organizado no es patrimonio exclusivo de villeros, marginales o lúmpenes de los arrabales. Hoy adquirió la entidad de «crimen organizado» porque es, como ya se dijo, una red que compromete a políticos, funcionarios judiciales, empresarios, estudios jurídicos contables y policías. Esta red, esta articulación de intereses «policlasistas» es lo que lo diferencia de lo simples episodios policiales que ocurren en cualquier parte del mundo. Al respecto insisto en que algo pasó en Rosario para que su trama de relaciones sociales haya generado este flagelo. Y desde este punto de vista hay responsabilidades políticas e institucionales. La segunda observación, conectada en cierto punto con la anterior, es que por un motivo o por otro en ciertos centros de decisión del estado nacional, pero sobre todo del estado provincial y municipal, no existe una voluntad concluyente de terminar con el narcotráfico. No doy nombres ni estoy en condiciones de darlos, pero está claro que si existiera por parte de la clase dirigente (políticos, fuerzas de seguridad, funcionarios judiciales) una voluntad estatal de terminar con el narcotráfico, los resultados serían concluyentes. En una nota escrita hace algunas semanas recordaba que en los años treinta, cuando la mafia de Chicho Grande secuestró y asesinó al joven Abel Ayerza, la clase dirigente de entonces dijo «Basta» y en pocos meses la mafia despareció del mapa. ¿Cuándo la clase dirigente actual dirá «basta»? ¿Cuándo se «equivocarán» los mafiosos como se «equivocaron» con Ayerza?
V
A modo de cierre convoco a los ciudadanos a ejercer el derecho del voto. En elecciones a los gobiernos que no nos gustan se los saca con votos, no con botas. Y a los gobiernos que nos gustan se los ratifica con votos. Votar es legitimar el poder; votar es el mínimo compromiso que el ciudadano debe sostener con el Estado para configurar y legitimar el sistema político; votar es una conquista de la civilización y es un derecho por el cual muchas generaciones de argentinos hemos luchado para ejercerlo. Hay alternativas generales e internas para votar. Hay candidatos de derecha y de izquierda; moderados y radicalizados; reformistas y conservadores. Hay imperfecciones y es posible que no todos los candidatos que queramos votar nos gusten de manera absoluta, pero en política, como en la vida, ya se sabe que la perfección no existe. Que muchas veces, y me temo que en la mayoría de las veces, elegir lo menos malo es también una elección razonable y legítima.
Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/318221-las-elecciones-de-manana-cronica-politica-opinion-cronica-politica.html]