El fallo judicial sobreseyendo a Cristina y los responsables del Memorándum firmado con Irán no me sorprendió. Desde hace bastante tiempo las operaciones judiciales del kirchnerismo no me sorprenden. Después de haberle permitido a la Señora el ejercicio dramatúrgico de un trepidante unipersonal vía online, este desenlace era evidente. La vuelta de tuerca de este culebrón incluye la impávida consideración del jurado de que en este tema no hay nada que investigar. No se trata de saber cómo se llama el muerto y quién lo mató. Para los jueces, la resolución es más terminante y si se quiere más sencilla: no hay muerto. Y si no hay muerto no hay crimen y, por supuesto tampoco sospechosos e imputados. Todos inocentes. Desde Cristina a D’Elía; desde Larroque a Esteche. En su momento Alberto Fernández acusó a la señora Cristina de mentirosa y cómplice. Lo dijo y lo escribió. Por supuesto, seis años después dijo y escribió exactamente lo contrario, sin que se le altere un músculo del rostro. Veremos qué dice el Tribunal de Casación.
II
Hace diez años el periodista Pepe Eliaschev denunció la perpetración de un pacto de impunidad del gobierno argentino con Irán. La impunidad incluye a los atentados de la embajada de Israel y a la AMIA. Ya se sabe que el «Vamos por todo» es la consigna central inscrita en el frontispicio de la toldería kirchnerista. Si vamos a pactar con los asesinos y terroristas, vamos a pactar todo. Como todos recordarán, por su investigación Eliaschev cobró por el pelo y por la barba. Timerman no le ahorró adjetivos y calificativos. Hoy queda claro quién decía la verdad y quién mentía. Los dos están muertos, pero la muerte no borra virtudes ni protege vicios. El pacto se firmó y como para darle un toque de homenaje histórico, la fecha que se eligió fue el 27 de enero, es decir, aquel día de 1945 cuando un soldado del Ejército Rojo descubre el horror de Auschwitz. «Vamos por todo». Si vamos a hacer antisemitismo y vamos a celebrar la impunidad, no nos vamos a privar de algún homenaje histórico. D’Elia y Esteche sobre estas faenas la saben lunga.
III
En 2015 el fiscal Alberto Nisman imputa a la presidente por el pacto firmado con Irán. En términos clásicos, la acusa de traición a la patria. Un día lunes el fiscal debe presentarse ante una comisión parlamentaria para dar a conocer sus fundamentos, pero, oh casualidad, un domingo de cenizas el fiscal decide suicidarse. En estos temas los autócratas suelen manifestar sus preferencias. Putin, por ejemplo, considera que los opositores envenenados en realidad ingirieron alimentos en mal estado; Trujillo estimaba que sus opositores muertos tenían la mala costumbre de chocar con el auto o asomarse al balcón y caerse. Mala suerte. En la Argentina, la preferencia parecen ser los suicidios. Nisman se suicida; parece que Magalí Morales se suicida; Marcela López parecería que también se «contagió» de esa tendencia «suicidógena», como le gustaba decir al muy moderado de Durkheim. La comunidad judía argentina no piensa lo mismo que el gobierno peronista y suma a Nisman a la lista de asesinados por el terrorismo islámico. Miles de argentinos en aquellos días de 2015 salieron a la calle a reclamar por Nisman. Llovía, pero los que tenían que estar estuvieron. Entre los manifestantes de esa jornada se destacaba la presencia de Alberto Fernández. También en esos días ganó titulares de prensa las declaraciones del otro Fernández, Aníbal, quien desde su posición de funcionario de poder se despachó contra el fiscal muerto, recurriendo para ello a su reconocido y elegante repertorio verbal. El fallo del Tribunal Oral Federal del jueves muy bien podría ser pensado como un homenaje de estos jueces a las declaraciones del señor ministro Aníbal Fernández. Otra posibilidad es pensar que el fallo es un escupitajo a las víctimas de los atentados terroristas y un insulto a la memoria de Pepe Eliaschev y Alberto Nisman.
IV
Renunció la jueza Elena Highton de Nolasco y vaya uno a saber quién será el reemplazante. Por lo pronto, habrá que ver si lo designan antes o después de las elecciones de noviembre. En todos los casos, el oficialismo no dispondrá de los dos tercios para sacar un juez de la galera hecho a su imagen y semejanza, algo así como una mezcla virtuosa de Zaffaroni y Oyarbide. Les guste o no deberán negociar. Y en ese contexto sería deseable que se eligiera a un juez que haga honor a su cargo. No sé qué pensarán los peronistas republicanos, pero por ahora me queda claro lo que piensan los kirchneristas. Para empezar, la considerada jefa máxima nunca disimuló sus preferencias por un Poder Judicial subordinado a su voluntad. En Santa Cruz, el laboratorio político y social preferido por ellos, algo así como La Meca del kirchnerismo de alta escuela, practicaron este principio al pie de la letra. No hace mucho tiempo, la compañera Cristina, en algunas de sus habituales disquisiciones, se refirió a Montesquieu, le puso fecha, 1789, y arribó a la conclusión que el concepto de un Poder Judicial independiente es una antigualla y un horrible anacronismo. La vicepresidente, sabemos, tiene la mala costumbre de leer a las apuradas los «machetes» que le preparan sus colaboradores, y entonces se confunde con las fechas. Montesquieu murió en 1755, treinta y pico de años antes de la revolución francesa. Su libro «El espíritu de las leyes «, lo escribió en 1748. Pero además, la teoría más desarrollada acerca de la virtud republicana de la división de poderes no se estableció en 1789 y tampoco fueron los franceses los autores más destacados. A la vicepresidente habría que recordarle que los desarrollos teóricos y prácticos más importantes en la materia lo desplegaron los juristas anglosajones, norteamericanos e ingleses.
V
De todos modos, la señora Cristina no está sola en sus disquisiciones. Sin necesidad de remontarse a Montesquieu, o a alguno de los clásicos del liberalismo, el compañero Paco Durañona expresó sin anestesia que la Corte debe estar integrada por nueve jueces y que esos nueve jueces deben ser «compañeros nuestros». Alguna vez, otro un compañero peronista me lo dijo con absoluta claridad. «¿Vos te creés que nosotros vamos a llegar al gobierno para después tener que soportar jueces que nos anden rompiendo las pelotas?». Me lo dijo en tono canchero, como dando a entender lo obvio: si soy poder mando y no permito que nadie me controle. Y si me controlan, a los que realizan esta tarea por lo pronto los acuso. ¿De qué? Como para empezar a hablar de ser autores de esto que se llama «Lawfare», palabreja que mi compañero no tenía muy en claro de qué trataba, pero sabía que era un vocablo importante a emplear cada vez que un juez lo fastidiase. Si alguien lo objeta a Durañona por demasiado elemental y hasta grosero, convoco al estrado al compañero escritor Mempo Giardinelli, quien sin pelos en la lengua se pronunció a favor de una verdadera revolución que ponga punto final a la existencia de un Poder Judicial independiente. «Vamos por todo». Y a no correr riesgos. Nada de jueces amigos que después dejan de serlo. Lisa y llanamente la propuesta es terminar con el Poder Judicial. Para eso somos revolucionarios. Y en este sofisticado y refinado clima democrático y republicano, el compañero Emilio Pérsico arengó a sus seguidores desde las tribunas de la cancha de Nueva Chicago, afirmando que hay que terminar con la alternancia democrática. ¡Qué tanto joder! Si vamos a hablar, vamos a decir todo lo que pensamos Sin eufemismos, el barbado funcionario peronista se despachó a favor de un gobierno peronista que por lo menos durara veinte años. Juna Carlos Onganía nunca se animó a tanto. Basta de remilgos democráticos y escrúpulos republicanos. Veinte años en el poder para empezar a hablar. Y al que no le guste que se vaya o que se joda.
Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/322801-el-memorandum-de-la-impunidad-de-pepe-eliaschev-a-nisman-cronica-politica-opinion-cronica-politica.html]