I
Vladimir Putin declara que uno de los objetivos de la invasión a Ucrania es desnazificarla. Farsante. Ucrania desde 2014 es un país democrático gracias a una amplia movilización popular que derrotó al régimen títere proruso encabezado por Víktor Yanukóvich. Rara desnazificación la que anuncia el déspota ruso contra un presidente y un primer ministro que reivindican su condición de judíos. También miente Putin cuando imputa la responsabilidad de lo sucedido a EE. UU. Una mentira a la que se suman Cuba, Nicaragua, Venezuela y todos los déspotas que en el mundo han sido. La pregunta a hacerse al respecto es la siguiente: ¿Es la OTAN la que se propone sumar socios a su bloque militar o, a la inversa, son los países de Europa del este y de la ex URSS los que desean cobijarse bajo su paraguas para protegerse de quien se cree un heredero legítimo de los zares cuando no de Stalin? Algunas aclaraciones como para seguir avanzando. No hay política internacional sin intereses económicos y territoriales en juego. Tampoco hay guerra sin comprometer esos intereses. Estará bien o estará mal, pero es así. Por lo tanto, que nadie crea que descubre la pólvora cuando dice con certeza de sabio que «acá hay intereses en juego». Esto es tan original como que un supuesto hincha de fútbol arriba a la conclusión de que en un partido hay un equipo que le quiere ganar a otro.
II
La responsabilidad de la tragedia que hoy vive Ucrania es de Putin o del régimen ruso en tanto sus decisiones fueron avaladas por la Duma, es decir, el parlamento. Ucrania tiene derecho a sumarse a la OTAN. Y aclaro: no es lo mismo integrar esta institución con base en Europa que, como se dice con absoluta liviandad, la hipotética pretensión de Rusia de instalar en México una base militar del Pacto de Varsovia, que dicho sea de paso, no existe. Ucrania es un país vecino de Europa, ligado a ella por lazos históricos e intereses económicos. México, por el contrario, está separado de Varsovia por un océano y toda Europa. Comparación desechada. Más efectivo y práctico es decir que Ucrania es un bocado apetecible para el oso ruso. Son 600.000 kilómetros cuadrados, 44 millones de habitantes, las tierras más fértiles del mundo y una riqueza minera inexplotada formidable. A esas condiciones materiales, hay que sumarle las fantasías paneslavistas de Putin y las pretensiones de tomarse una revancha luego de la catástrofe del derrumbe del comunismo. ¿Putin comunista? Da lo mismo. Se enriquece, él y sus compinches, como un capitalista y ejerce el poder con la inescrupulosa y sanguinaria fe de un comunista. ¿Cómo se llama eso? No lo sé. Sospecho que aún no se le ha puesto nombre a esa perversidad, pero está claro que el régimen ha logrado asimilar lo peor del capitalismo salvaje y lo más sórdido del comunismo estalinista. Una joya. ¿Putin parecido a Hitler? Las comparaciones son siempre complicadas y más que aclarar confunden. Ni el mundo del 2022 es el de 1940, ni los déspotas de entonces se parecen a los de ahora. Dicho esto, lo que no se puede desconocer es que como Hitler, el señor Putin reclama su espacio vital. ¿Se parece a Stalin? Pero sin bigotes. Bromas al margen, Putin es un vástago del monstruoso vientre del comunismo. Rusia es un régimen capitalista y mafioso, pero sus jefes se forjaron en los sótanos de la KGB. Allí aprendieron todo lo que se debe saber para ejercer de déspotas. Admito que todas las diferencias entre déspotas merecen reconocerse. Putin no es Xi Jinping, como Stalin no es Hitler. Pero admitamos que en todas las circunstancias un déspota con poder político, poder militar y afanes expansionistas recuerdan mucho a los jefes de los regímenes totalitarios.
III
Ucrania a Rusia en el siglo veinte solo le debe sangre y muerte. Millones de muertos. «Holodomor», es el nombre que la historia le asignó al proceso perpetrado por Stalin que llevó a la muerte por hambre, paredones, linchamientos y torturas a alrededor de tres millones de ucranianos. A ese verdadero genocidio practicado por el comunismo antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, se lo la justificó en nombre de la «colectivización forzosa». En nombre de ese objetivo todo estuvo justificado. La crónicas son estremecedoras: niños, mujeres, ancianos destruidos por el hambre. Episodios de barbarie como el canibalismo empezaron a ser moneda corriente. Quienes se resistían o reunían coraje para rebelarse eran fusilados por los soldados del glorioso ejército rojo. O trasladados a los gulags. En todos los casos, no hubo ni piedad ni compasión para los ucranianos. El país padeció la pesadilla del comunismo y no conforme con ello, pocos años después soportó la pesadilla de los nazis. Una sola voz se conoce que desde la cumbre del poder comunista se haya rebelado contra esa carnicería. Era una mujer. Se llamaba Nadezhda Aliluyeva. Se horrorizó por las noticias que llegaban de Ucrania. Protestó, organizó redes de solidaridad, pero no le llevaron el apunte. Su marido la maltrataba en público, además de encornudarla todos los días. Humillada y agraviada, una noche se suicidó. La noticia adquirió estado público porque Nadezhda además de comunista era la esposa de Stalin y la madre de sus hijos. El suicidio de su mujer al déspota no le movió un pelo. Tampoco se le movió un pelo cuando su hijo intentó suicidarse. Por el contrario, las únicas palabras que pronunció fueron: «Es tan inútil que ni siquiera sirve para suicidarse». Esta era la madera moral del héroe de la patria del socialismo.
IV
La masacre comunista, se efectivizó en nombre de la colectivización forzosa; la de los nazis, en nombre del «espacio vital» que incluyó en primer lugar la masacre de judíos y a continuación, o simultáneamente, la de eslavos. Para Stalin, Ucrania era una reserva de granos; para Hitler una reserva de mano servil y esclava y el territorio ideal para los arios puros. En los dos casos y en términos prácticos, Ucrania fue para el comunismo y los nazis, una gran tumba, una monstruosa tumba. Para los interesados en informarse sobre estos hechos históricos, recomiendo el libro del historiador Timothy Snyder, titulado «Tierras de sangre». Snyder realiza un abordaje singular de lo sucedido con el nazismo y el comunismo, es decir, los regímenes totalitarios. El período va de 1933 a 1945. El número de muertos supera las catorce millones de personas. Pero la mirada distintiva de Snyder se distingue porque esa experiencia trágica se desarrolla en un territorio que incluye a Polonia, Bielorrusia, los países bálticos y Ucrania, destacando que Ucrania es el corazón geográfico de esta tragedia. Por eso el título «Tierras de sangre». Se trata de las tierras vecinas que se disputan Berlín y Moscú. Las disputan, se las reparten. Y finalmente, como los gangsters, terminan exterminándose entre ellos. De esos catorce millones de muertes, la mayoría fueron antes de Auschwitz. Snyder no ahorrará críticas a los campos de concentración y exterminio, pero señala que ellos fueron el «perverso toque final» de una faena carnicera iniciada muchos años antes. Intereses económicos y concepciones ideológicas precedieron estos dulces y candorosos operativos. Unos, se realizaron en nombre de la dictadura del proletariado y la igualdad; otros, en nombre de la raza superior y el exterminio de los judíos. Ambos tenían en común el odio al liberalismo y la democracia. Los resultados prácticos fueron, en todos los casos, exactamente los mismos. En Ucrania, en Bielorrusia, en los países bálticos. En Polonia se pusieron de acuerdo y como pundonorosos caballeros se dedicaron a masacrar polacos alegremente. Chicos maravillosos, tiernos y dulces.
V
La pregunta a hacerse hoy es: ¿Cuánto del «influjo» de aquellas tierras de sangre se mantiene vivo en 2022? Estamos hablando de Ucrania, el corazón de la tragedia desarrollada entre 1933 y 1945. Snyder alude a un territorio pero, repito, lo suyo no es un exclusivo dato geográfico. Las tierras de sangre incluyen un territorio marcado por determinadas relaciones económicas, sociales, un determinado contexto cultural y un nivel de conflictos muy singular. ¿Sobreviven estas tensiones ochenta años después? No lo sé, pero la invasión de Rusia a Ucrania resucita las peores pesadillas. Es otro tiempo, otro contexto, otros dirigentes, pero nunca olvidemos que la historia estudia la relación entre lo que cambia y lo que permanece.
Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/342825-ucrania-y-las-tierras-de-sangre-cronica-politica-opinion-cronica-politica.html]