Idolatría y manipulación

 

I
Las celebraciones del 24 de marzo de 1976 bien podrían titularse San Néstor o Santa Cristina, bautismo que a la inmensa mayoría de los participantes no les provocaría ninguna crisis de conciencia. No revelo ninguna novedad si digo que la causa de los derechos humanos fue apropiada por el kirchnerismo, una suerte de hazaña cultural que suma a la destreza para manipular políticamente a incautos, la novedad es que los principales jefes de esta operación, Néstor y Cristina, no tuvieron nada que ver con esa gesta y en algún punto se beneficiaron con aquella dictadura que en la provincia de Santa Cruz incluía a Alicia Kirchner como diligente funcionaria en Bienestar Social. Consultado por los periodistas, Máximo Kirchner, luego de ponderar la legitimidad de la movilización callejera, se refiere a su padre y destaca su condición de duro crítico al FMI, afirmación opinable pero que más allá de consideraciones históricas lo que sorprende no es tanto la afirmación como la omisión. En efecto, no deja de llamar la atención a cualquier observador atento que el hijo no pueda hacer una sola referencia a sus padres por la sencilla razón de que no puede mencionar un solo episodio que los incluya como luchadores contra la dictadura militar. Y efectivamente, por más esfuerzos imaginativos que haga, o por más consultas que realice, no podrá encontrar un solo dato que permita deducir que alguna vez sus padres hayan corrido un riesgo por enfrentar a la dictadura. Tampoco hay noticias de que alguna vez Néstor y «la abogada exitosa» hayan presentado un miserable habeas corpus en defensa de algún detenido. Seguramente a Máximo tampoco se le escapa que para esos años sus padres, más que perder tiempo en la militancia contra la dictadura, se dedicaron a enriquecerse gracias a los contactos con el poder y a los «beneficios» de una ley de la dictadura orientada al piadoso objetivo de desalojar a quienes no podían pagar las cuotas de sus casas. Interesa saber que en esas agradables faenas humanitarias, ya se destacaban por su empeño personajes como Igor Ulloa y otros abnegados militantes que para esa fecha ignoraban que en el futuro serían aguerridos y bizarros soldados de la causa nacional y popular.

 

II
En realidad, los organizadores de la manifestación del pasado jueves estaban más interesados en dirimir refriegas internas que en evocar la memoria de las víctimas de 1976. El esfuerzo «militante» para lograr una amplia convocatoria pudo ser posible gracias a los abundantes recursos estatales disponibles, pero no se puede desconocer que por diferentes motivos emocionales, históricos y políticos, la fecha sigue siendo convocante, una convocatoria que si no estuviera tiranizada por las pretensiones facciosas, sería justa. Alguna vez Raymond Aron dijo que la izquierda predica sobre las ventajas del comunismo pero suma a su causa los beneficios de la rebeldía. Aron se preocupaba por distinguir el sentimiento de disidencia, de inconformismo crítico a todo tipo de orden, de disidencia por diferentes motivos con el «sistema» de la revolución. Según este autor, la revolución comunista una vez instalada liquida todo tipo de rebeldía, pero hasta tanto se vale de esa rebeldía. En nuestro caso, la relación sería entre rebeldía y populismo. El logro notable del kirchnerismo fue haber articulado esa relación. Poco importa en este caso que sea sincera o manipuladora, porque lo real y efectivo es que la hizo posible. Intelectuales, pequeños burgueses, estudiantes, artistas decididos a cultivar la marginalidad, personajes de la farándula beneficiados con becas y cargos, más una amplia gama de personas de buena fe despreocupadas por las oscilaciones de la política, se sienten identificados, convocados, por estas causas sin indagar demasiado acerca de quienes los manipulan o quienes están detrás de convocatorias desbordadas de humanismo y buenas intenciones.

 

III
La presencia en esta suerte de festival de Amado Boudou, de Juan Pablo Schiavi o Felisa Miceli, paradigmas de la corrupción kirchnerista, son más una consecuencia lógica que un error, el resultado previsible de una causa noble manipulada políticamente y devenida en una mercancía en el juego del toma y daca de la política. De todos modos, no deja de ser curioso, cuando no desagradable, que personajes como Amado Boudou, por ejemplo, puedan pasearse orgullosos, altivos y orondos entre los manifestantes que lo saludan con admiración y hasta le piden autógrafos, mientras que dirigentes con una larga trayectoria en materia de derechos humanos no podrían hacerse presentes so pena de ser sometidos a rechiflas, insultos, cuando no agresiones físicas por el simple hecho de considerar que los derechos humanos son una causa universal. Observando la lista de los primeros fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) fundada en 1975, en tiempos en que los peronistas en el gobierno se dedicaban a matarse entre ellos, arribo a la desoladora conclusión que más de la mitad de los que allí están no podrían participar de este jolgorio populista en que se han transformado las manifestaciones dedicadas a celebrar la vigencia universal de los derechos humanos. Pregunto: ¿Alguien se lo imagina al fiscal Strassera en esa marcha? ¿O a Raúl Alfonsín? ¿O a Alfredo Bravo? ¿O a Graciela Fernández Meijide? ¿O a Magdalena Ruiz Guiñazú?

 

IV
Si no existiera esta manipulación política es probable que estas manifestaciones no tendrían lugar. Estamos hablando de episodios ocurridos hace casi medio siglo. Sus principales protagonistas han sido juzgados y condenados, en más de un caso ante la indiferencia o la oposición de los actuales defensores de la causa nacional y popular. Países democráticos que han atravesado por dictaduras militares registran históricamente el acontecimiento pero no lo transforman en una suerte de celebración idolátrica a practicar hasta el fin de los tiempos o en un reservorio de poder político. Importa decir que los problemas reales que hoy afectan a los argentinos no tienen nada que ver con los que nos afligieron en 1976. La agitación populista dedicada a identificar a los enemigos de 1976 con los supuestos continuadores de 2022 forma parte del mismo operativo manipulador. Lo siento por ellos, pero Macri no es Videla como Cristina no es Isabel. Tampoco hay posibilidades de un retorno militar. La conciencia democrática abierta en 1983 y el fin de la Guerra Fría con su doctrina estilo seguridad nacional destinada a transformar a las fuerzas armadas en guardias pretorianas internas, alejan cualquier posibilidad de regreso de militares entorchados. Curiosamente, el único ensayo a favor del militarismo provino de las filas del kirchnerismo a través del operativo destinado a instalar al general César Milani como representante de fuerzas armadas identificadas con el proyecto nacional, la coartada exquisita de quienes desde 1930 legitimaron la presencia orgánica de los militares en el poder político.

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/346818-idolatria-y-manipulacion-cronica-politica-opinion-cronica-politica.html]

 

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