«Demasiado tarde para ser buena» (Carnets)

 

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/352634-demasiado-tarde-para-ser-buena-carnets-opinion-carnets.html]

I

 

Los kirchneristas le reprochan a los albertistas que han fracasado; por su parte, los albertistas le dicen a los kirchneristas más o menos lo mismo. En el medio estamos nosotros, la opinión pública, los ciudadanos, el pueblo o como mejor quieran denominarlo, preguntando por quién doblan las campanas. ¿Por Cristina, por Alberto o por los dos? Todo es posible. Y también es muy posible que, como en el poema de John Donne, las campanas estén doblando por nosotros. Se me ocurre que Hemingway al respecto no hubiera dudado demasiado.

 

II

 

Lo más interesante y conmovedor de este vaudeville populista, es que ambos tienen razón. Es decir, que las imputaciones que se hacen unos a otros son verdaderas, con la desoladora conclusión que entre los dos se las han arreglado por gestionar el peor gobierno de nuestra historia democrática. No es una hazaña menor, considerando algunos precedentes. Así y todo, no deja de orillar los senderos del asombro la calidad de los espadachines de una causa y otra. Luis D’Elía, escudero de Alberto; Hebe de Bonafini, amazona de Cristina. Este duelo a Tarantino seguramente le hubiera alborotado su imaginación.

 

III

 

Mientras tanto la inscripción para la carrera por el campeonato para la presidencia está abierta. Si la cantidad de candidatos estuvieran en proporción a la cantidad de ideas respecto de lo que hay que hacer en este bendito país, sería posible alentar una mínima cuota de optimismo, un insumo algo extravagante en la Argentina que nos ha tocado vivir. Como para no desalentar a quienes ya están en gateras presidenciales, les recuerdo que hace unos cuantos años un jovencito llamado Domingo Faustino Sarmiento se complacía en entregar a las personas que le presentaban una tarjeta en la que, además de dar su nombre y apellido, agregaba la siguiente consigna: «Futuro presidente de la Argentina».

 

IV

 

Consultado por sus atónitos e incrédulos interlocutores, Sarmiento les aseguraba que antes de lo próximos veinte años sería presidente. Nadie lo tomaba en serio, y para entonces ya se había ganado el apodo de «Loco», «el Loco Sarmiento». Esto ocurría en Chile a mediados de los años cuarenta del siglo XIX. Ahora, con el diario del lunes, hay que admitir que se equivocó, Su pronóstico había sido de veinte años, cuando en realidad fue presidente de los argentinos a los veinticinco años. Como se sabe, en materia de futurología es muy difícil acertar con precisión milimétrica. Al otro que le gustaba anunciar con anticipación su futura presidencia, era Abraham Lincoln. También se rumoreaba entonces que ese flaco alto y desgarbado estaba algo chiflado. Sarmiento y Lincoln. Desmesurados en sus estilos, un lujo que, como la historia se encargó de probarlo con creces, ellos se podían dar.

 

V

 

Recuerdo el inicio de la novela de Juan Saer «Cicatrices». Cito de memoria, porque no tengo el libro a mano. El personaje recuerda que su abuelo siempre le decía que para ganar al póker era necesario tener suerte, o tener mucho dinero, o hacer trampa. Luego advertía que la suerte nunca es segura y que no siempre es posible disponer de mucho dinero, por lo que la alternativa más segura es hacer trampa. Saer está escribiendo una novela, un género que según se dice pertenece al campo de la ficción. Pregunto a continuación: ¿Pertenecería al campo de la ficción suponer que estos dilemas respecto del póker suelen ser los dilemas de más de un aficionado a la política criolla? Si así fuera, el texto podría escribirse en los siguientes términos: «Para hacer política es necesario tener algo de suerte, algo de dinero y saber hacer trampa. Como para eludir cualquier suspicacia, advierto que «cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia».

 

VI

 

Tal vez haya sido su infancia y adolescencia en la lejana Patagonia lo que inspiró a Máximo Kirchner a referirse a las ballenas y a su singular poderío ante otros inofensivos pescaditos de «la mar». Parecida licencia me permito tomar para pensarlo a Máximo como un personaje de «Moby Dick», la novela de Melville que alude a la mítica y temible ballena blanca. Supongamos para ello que en lugar de iniciar el texto con el controvertido «Llamadme Ismael» o «Me llamo Ismael» o «Podéis llamarme Ismael», lo reemplazara con «Pueden llamarme Máximo», licencia que nos podríamos permitir advirtiendo que a diferencia de Ismael, que confesaba sin rubores que no tenía una moneda en los bolsillos, Máximo se vería obligado a decir exactamente lo contrario. No está de más recordarle que es el propio Melville el que advierte que la verdad contada de modo inflexible tendría siempre su lado escabroso. ¿Cuál es la verdad de Máximo? Pregunta puntual, porque respecto del lado «escabroso» las respuestas son más que evidentes.

 

VII

 

Un fin de semana dedicado a ver «Bad Blodd», una serie de Netflix referida a los entretelones de la mafia en Canadá. Dejo para otra página las observaciones críticas acerca de la filmación. Sí, presto atención a un detalle: todos los negocios de la mafia en alianza con la burocracia estatal, los empresarios y el poder político giran alrededor de la obra pública. Quienes tenemos algo de memoria histórica, y algún que otro libro hemos leído sobre este tema, sabemos que es así: el campo preferido de la corrupción son los multimillonarios negociados con la obra pública. A los argentinos en este tema nos sobra material de consulta como para verificar una vez más que la realidad siempre supera a la ficción. Además, ya disponemos de un guion elaborado hasta en los detalles. Al texto se lo conoce con el nombre de «Cuadernos».

 

VIII

 

Una diputada y una senadora, en diferentes términos, han reivindicado el retorno del servicio militar obligatorio. Algunas adhesiones han ganado; la de quienes creen que la mejor pedagogía para un adolescente es ser humillado y maltratado por algún suboficial resentido y algo sádico; y los que suponen que el servicio militar debería dedicarse a enseñarle a los reclutas a leer y escribir, y capacitarlos en diferentes oficios, loable objetivo que presenta un exclusivo inconveniente: un servicio militar sin jefes militares, sin capacitación para la guerra y dedicado exclusivamente a enseñar a leer y a escribir dejaría de ser un servicio militar. Para los nostálgicos de un pasado que sacrificó a tantos Carrasco, les recomiendo para divertirse el libro de Mario Vargas Llosa, «Pantaleón y las visitadoras». Y su consigna preferida: «Servir, servir, servir al Ejército; servir, servir, servir, con mucha dedicación».

 

IX

 

¿Hasta cuándo continuará este culebrón entre peronistas que juegan entre ellos a la pelota? ¿Cuánto tiempo pasarán peleándose y en qué momento nos sorprenderán a todos con la consigna «todos unidos triunfaremos»?, Convengamos que de todos modos a los compañeros les gusta jugar al carnaval con nafta. Colocar a las instituciones al borde del abismo, es una afición que los seduce. ¿Tendrán presente que alguna vez Kafka escribió «A partir de cierto punto no hay retorno»; ese es el punto al que hay que llegar? De Kafka percibo qué quiere decir con su «no retorno». Con los peronistas no estoy tan seguro. Incluso, no estoy del todo seguro acerca de la sinceridad de sus riñas. El otro día, por ejemplo, para marchar pidiendo la cabeza de los jueces de la Corte Suprema, estuvieron todos unidos, con lo que se verifica que en los temas de fondo que les importan, están muy de acuerdo, sin detenerse a prestar atención al detalle que tres de los cuatro jueces cortesanos son peronistas convictos y confesos. Después está Cristina. No sé qué va a decir en la benemérita y académicamente prestigiada Universidad Austral del Chaco, aunque atendiendo al título de la conferencia, lo imagino. Tampoco sé si será bondadosa o cruel con el presidente Alberto. Tengo para mí que a la señora la palabra «bondad» le está negada. «Ya es demasiado tarde para ser bueno», dijo alguna vez Lucky Luciano, un caballero que tenía tantos procesos como Cristina y el mismo temor de terminar en la cárcel.

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