A la hora de hablar sobre la batalla de San Lorenzo, abundan los lugares comunes y escasean las informaciones más o menos interesantes. La mitología, aunque esté inspirada en las mejores intenciones, impide acceder a la verdad. El propósito de la historia consiste, precisamente, en sustituir los mitos por el conocimiento. Para ello, es preciso estudiar y, como le gustaba decir a Sartre, «habituarse, si es necesario, a pensar en contra de uno mismo».
San Lorenzo no fue una batalla, fue un combate. Más realista, un historiador asegura que, en realidad, fue una «atropellada» que, como tal, duró menos de media hora. Las marchas y los himnos después hicieron el resto. Lo demás es responsabilidad exclusiva del Billiken.
Se trataba de poner punto final a las excursiones de los realistas por el Paraná. El flamante Segundo Triunvirato le había ordenado a San Martín que movilizara a sus granaderos. Alrededor de 120 hombres salieron de Buenos Aires, pasaron por San Pedro y San Nicolás y, para los primeros días de febrero de 1813, ya estaban en el convento de San Lorenzo. Los desplazamientos se hicieron de noche por razones de seguridad. Cerca de Rosario se sumó a los granaderos un contingente de algo menos de 100 hombres, al mando del santafesino Celedonio Escalada, un dato poco conocido que merece tenerse en cuenta.
Para los amantes de las teorías conspirativas, también es digno de tenerse en cuenta el extraño encuentro de San Martín con Guillermo Parish Robertson, un conocido comerciante inglés, que luego será algo más que un comerciante. La anécdota ha dado lugar a las teorías conspirativas más estrafalarias; pero que las conclusiones sean disparatadas no quiere decir que las premisas no sean verdaderas.
Decíamos que la operación militar habría de durar menos de media hora. La estrategia de San Martín consistirá en atacar a los españoles a través de una maniobra envolvente: dos columnas de caballería que avanzarán por derecha e izquierda. Una, a su mando, y la otra, al mando del capitán Justo Bermúdez, muerto luego en combate.
Se dice que fue Napoleón quien introdujo esa novedosa táctica militar en reemplazo del ataque directo. San Martín demostrará en San Lorenzo que dirige una fuerza militar profesional. El dato trasciende a la técnica: operaciones de este tipo sólo se pueden hacer con soldados convencidos de la justicia de una causa. La diferencia política de Napoleón con los ejércitos aristocráticos consistía, precisamente, en que sus tropas estaban integradas por soldados que defendían las conquistas sociales y políticas de la revolución francesa. En cambio, los ejércitos de la nobleza estaban conformados mayoritariamente por mercenarios. Cabral, Baigorria, Bermúdez, Gatica, entre otros, no fueron casualidad en el regimiento de granaderos
El combate fue breve, pero el saldo de muertos, alto: 40 bajas entre los españoles, 16 soldados entre los criollos. El resultado a favor de los patriotas podría haber sido más contundente, si la columna izquierda de los granaderos hubiera coincidido en el punto de convergencia con la otra, encabezada por San Martín.
Bajo la sombra de un pino, San Martín escribirá su parte de victoria. Más adelante, dirá en una carta que «el combate contra los matuchos fue más duro que lo esperado, y en un momento me vi muy apurado». Se estaba refiriendo a la mítica escena del caballo aprisionándole la pierna. Nunca se sabrá si los hechos ocurrieron tal como lo pinta el Billiken, pero lo seguro es que Baigorria y Cabral hicieron lo que se les atribuye; también es verdad que San Martín fue herido en el brazo y lo atendió el médico santafesino Manuel Rodríguez, aunque no es muy creíble que Cabral haya dicho antes de morir la célebre frase, como tampoco es real su grado de sargento.
El verso de la célebre marcha a la bandera, cuando dice que «…en San Lorenzo tremoló triunfal», estará escrito con las mejores intenciones, pero tiene el inconveniente de no ser verdadero. Según se sabe, la primera vez que flameó nuestra azul y blanco fue en la batalla de Salta, ocurrida el 20 de febrero de 1813. Lo que se conoce es que los españoles recibieron a los granaderos al grito de «Viva el rey» y los patriotas pelearon al grito de «Viva la revolución».
El triunfo de San Lorenzo fue festejado en Buenos Aires. San Martín, al otro día, recibió a un jinete que le traía un mensaje con las felicitaciones de alguien que también estaba peleando contra los españoles: José Gervasio Artigas.
San Lorenzo se produce en una coyuntura favorable para la causa patriótica. Belgrano terminaba de ganar en Tucumán y, dos semanas más tarde, habría de derrotar a los españoles en Salta.
En la Banda Oriental, los patriotas sitiaban a los realistas y en ese clima de victoria el Triunvirato convocaba a lo que después se conocería como la Asamblea del año XIII. Unos meses más tarde, el panorama político y militar habría de complicarse y todo se pondría color castaño oscuro cuando Fernando VII regresara al trono.
A modo de síntesis, podríamos decir que el combate de San Lorenzo fue valioso por el prestigio que le otorgó a San Martín, prestigio que él sabrá aprovechar muy bien para sus futuros pasos políticos. Pero allí concluye su importancia. Las excursiones de los españoles van a continuar durante todo el año 1813 y recién van a desaparecer cuando los criollos tomen Montevideo.
San Lorenzo fue el único combate que San Martín libró en lo que luego se va a conocer como la República Argentina. El dato es histórico, pero en aquel momento para San Martín carecía de importancia porque su visión política era americanista.
Queda claro que San Lorenzo no definió la independencia de la Argentina. Como batallas locales fueron mucho más importantes las de Salta y Tucumán que la de San Lorenzo. El reconocimiento que se le hace a José Francisco de haber liberado a tres naciones es verdadero pero por razones distintas, en tanto la participación militar de él fue decisiva para la Argentina no por San Lorenzo, sino por la estrategia americanista de dar la batalla contra el enemigo realista en un territorio mucho más amplio que el estrecho escenario local. San Martín es grande por San Lorenzo, pero fundamentalmente es grande por su visión política y su correspondiente estrategia militar contra los españoles.