Secuestro y muerte de David Kraiselburd

El 25 de junio de 1974, David Kraiselburd fue secuestrado en la ciudad de La Plata por un comando guerrillero. En el operativo participaron alrededor de veinte personas, movilizadas en cuatro o cinco autos. Los hechos ocurrieron en la intersección de la Diagonal 77 y las calles 2 y 49 y a una cuadra de la Jefatura de Policía. Eran las nueve y media de la mañana.

Kraiselburd venía caminando desde su casa hacia el diario que dirigía como lo hacia habitualmente. Más de una vez los amigos le sugirieron que tomara algunas precauciones, que no se expusiera tanto. Nunca lo hizo. Consideraba que si algo tenía que pasar, iba a pasar lo mismo y que él no se iba a enfermar de angustia temiendo un secuestro o un atentado que nunca llegaría.

Lamentablemente llegó. Fue esa mañana de junio de 1974. Los hechos ocurrieron en un país que desde hacía años se había habituado a la violencia, una violencia que para esa fecha se estaba acelerando peligrosamente. Una semana después del secuestro, el presidente Juan Domingo Perón se iba de este mundo dejando en el poder a Isabel y López Rega. En el velorio no se olía a incienso sino a pólvora. La muerte de Perón significaba una definitiva luz verde para que las diversas facciones del peronismo se aniquilaran alegremente entre ellas y en el camino aniquilaran las instituciones. Es lo que hicieron.

El secuestro de Kraiselburd se inscribe en ese contexto de violencia, ajustes de cuentas y derramamientos de sangre inocente. A ese escenario macabro se sumaba esa otra variente perversa de aquellos años: matar para exhibir poder interno. Es lo que hicieron con Rucci, lo que hicieron con Mor Roig y lo que hicieron con Kraiselburd. Ya no se trataba de matar a “enemigos del pueblo”, sino que ahora había que “tirar muertos” en la mesa para negociar. El muerto podía ser cualquiera, lo importante era la condición de muerto. Es lo que ocurrió con Arturo Mor Roig, asesinado dos días antes que Kraiselburd en un comedor de la localidad bonaerense de San Justo. ¿Motivos? Haber sido Ministro del Interior de Lanusse. ¿Motivo real? Demostrarle al gobierno que en cualquier negociación política había que tenerlos en cuente a ellos y no a Balbín.

A su vez, las negociaciones con “muertos en la mesa” podían ser con enemigos internos. Alguna facción guerrillera asesinaba a alguien para demostrarle a otra facción que estaban en actividad. Alguna vez habrá que escribir la historia de las diferentes bandas guerrilleras integradas por aventureros y psicópatas que se dedicaban al crimen para luego negociar beneficios con las organizaciones guerrilleras mayores. La FAL de Tato, la de Zárate, por citar algunos, son ejemplos que lamentablemente no constituyen una excepción. Con las modalidades del caso, lo que ocurrió con Kraiselburd se corresponde con esa situación.

Vamos a los detalles. El director del diario “El Día” estuvo secuestrado en una casa de la localidad bonaerense de Gonnet, ubicada en calle 501 entre 14 y 15. El 17 de julio un allanamiento policial provocó el desenlace trágico. Los guerrilleros se resistieron, uno murió; se llamaba Carlos Starita y era presidente por la JUP del Centro de Estudiantes de Derecho de La Plata. Otros huyeron, pero antes de hacerlo se preocuparon por asesinar a la víctima, ese placer no se lo iban a perder. Cuando la policía ingresó a la casa, descubrieron que en el comedor había una carpa y en su interior un hombre muerto. Era David Kraiselburd. Tenía varios tiros en el cuerpo y en los brazos.

El informe asegura que el periodista intentó protegerse con las manos de la impiedad de sus verdugos. Algo parecido ocurrió con Silvio Frondizi en los bosques de Ezeiza. A Frondizi lo mató la derecha peronista, a Kraiselburd la llamada izquierda peronista. Supuestamente los verdugos pertenecían a bandas diferentes, pero a la distancia no es exagerado decir que unos y otros militaban en un partido que entonces parecía reclutar rápidos adherentes: el partido de los asesinos.

¿Quienes mataron a Kraiselburd? Se dice que Montoneros, pero otras fuentes aseguran que fue el ERP y no faltan los que responsabilizan a las Fuerzas Armadas Peronsitas-17 de octubre (FAP). La confusión es sólo aparente. Los asesinos fueron militantes de la FAP, una banda armada peronista que integró Montoneros, pero que al momento del secuestro se habían escindido de la banda de Firmenich. Precisamente, el operativo contra Kraiselburd se realizó para demostrarle a sus anteriores jefes su capacidad militar. La FAP después de esta hazaña ofreció sus servicios al ERP, servicios que por supuesto fueron aceptados. Los mercenarios de las novelas de Jean de Larteguy seguramente hubieran sido más precavidos y escrupulosos.

Está claro que a la hora del secuestro los motivos o, mejor dicho, los pretextos políticos, no estuvieron ausentes. Kraiselburd estaba acusado de empresario y periodista gorila. Según decían sus verdugos, se había aprovechado de la Revolución Libertadora para quedarse con un diario expropiado por el peronismo y que le correspondía a los sindicatos. La respuesta a esta imputación podría resumirse en el célebre aforismo de “quien roba a un ladrón…”, pero lo cierto es que para 1961 el diario “El Día” empezó a ser dirigido por Kraiselburd.

“El Día” es un diario histórico de la Argentina. Fue fundado el 2 de marzo de 1884 por Manuel Lainez, Arturo Ugalde, Martín Biedma y Julio Botet. En sus páginas escribieron personajes como Miguel Cané, Benito Lynch, Joaquín V. González y Rafael Hernández, entre otros. Años después la titularidad del diario la tuvo la familia Fascetta y a principios de los sesenta se sumó Kraiselburd. En la actualidad, su hijo Raúl es uno de los directivos

Curiosamente, en esos años Kraiselburd no tuvo problemas con Firmenich sino con Lastiri. En su interinato, este presidente de lujo que nos legó el peronismo, prohibió que las agencias extranjeras brindaran noticias a los diarios argentinos. El argumento seguramente lo hubiera compartido Gabriel Mariotto y Aníbal Fernández: había que oponerse a la información apátrida. Kraiselburd, junto con otros periodistas resistieron este ataque a la libertad de prensa y crearon Noticias Argentinas. Lastiri se enojó mucho y profirió algunas de sus habituales amenazas. El guante no lo recogió las Tres A sino Montoneros, o una de sus facciones más delirantes.

En realidad, el fascismo en sus versiones de derecha o de izquierda tenía buenos motivos para odiar a Kraiselburd y desearle la muerte. Veamos algunos datos. David Kraiselburd nació el 1 de julio de 1912 en el hogar de una familia judía de Berisso. Su padre era socialista y el hijo siguió sus pasos. Nacido y criado en un hogar judío y de izquierda, pronto se volcó a la militancia.

Estudió en el Colegio Nacional y el futuro enemigo del pueblo organizó en quinto año una huelga de estudiantes en solidaridad con Sacco y Vanzetti. Para esos años Kraiselburd era conocido en La Plata por su militancia socialista, su identificación con la Reforma Universitaria y sus amistades con los anarquistas. En 1928 -apenas un adolescente- empezó a trabajar en el diario El Día, done hizo de todo: deportes, policiales, política, cultura. Hizo de todo y lo hizo bien. En 1932 se recibió de abogado y al poco tiempo obtuvo el título de profesor de historia. Ya mayor, siempre se jactaba de haber sido discípulo de Ezequiel Martínez Estrada, Sánchez Viamonte y Pedro Henriquez Ureña.

En 1936 David tomó una decisión importante en su vida. Se incorporó a las Brigadas Internacionales y viajó a España para pelear contra el fascismo. Sus compañeros de viajes fueron entre otros Raúl González Tuñón, poeta y comunista y Dardo Cúneo. Durante casi tres años Kraiselburd -el futuro enemigo del pueblo- peleó con un fusil en la mano del lado de los republicanos, un mérito que sus verdugos futuros -simpatizantes algunos de ellos de la Falange- jamas podrán apreciar.

En 1966 Kraiselburd se opone al golpe de estado de Juan Carlos Onganía. Es uno de los pocos diarios en el país que lo hace. La edición de esa jornada reproduce la proclama militar y la condena a la asonada perpetrada por las fuerzas armadas con el acuerdo de la burocracia sindical y el fascismo criollo. Tal vez con ese gesto el hombre estaba firmando su condena de muerte.

David Kraiselburd. Judío, socialista, librepensador, antifascista . Digamos que reunía los antecedentes morales y políticos para ser un enemigo de las bandas fascistas. Su militancia, su ideario liberal y progresista, sus preocupaciones intelectuales, le ponían los pelos de punta a los asesinos de Aramburu y Mor Roig.

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