El hijo y el nieto de Juan Manuel de Rosas

En junio de 1913 el presidente de la Cámara de Senadores de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Arana (Arana tenía que ser), convocó a elecciones para gobernador en el marco de la recientemente sancionada ley Sáenz Peña. Fue una convocatoria realizada en condiciones excepcionales para decidir el reemplazo del gobernador electo en 1910 y fallecido sorpresivamente en 1912, José Inocencio Arias y la de su sucesor, Ezequiel de la Serna, fallecido el 15 de junio de 1913.

El gobernador electo cumpliría, según las disposiciones constitucionales, el mandato que vencía en 1914. Hubo un solo candidato para estos singulares comicios; el candidato pertenecía desde hacía años al Partido Autonomista Nacional (PAN) y se llamaba Juan Manuel Ortiz de Rosas. En la ocasión, lo acompañaba en la fórmula Luis García, otro clásico exponente del régimen conservador.

O sea que para los primeros días de julio de 1913, el nieto del Restaurador de las Leyes, Juan Manuel de Rosas, ocupará el mismo cargo de su abuelo: gobernador de la provincia de Buenos Aires. Lo será por tres meses, porque en septiembre de ese mismo año falleció a los setenta y cuatro años de edad como consecuencia de un derrame cerebral provocado por las tensiones que le provocó una súbita pero agresiva inundación en varios partidos del norte de la provincia de Buenos Aires, un dato que permite suponer que ya para entonces las inundaciones eran un flagelo para esa provincia, aunque a diferencia de ahora, los gobernadores parecían preocuparse un poco más que los actuales por la suerte de sus gobernados.

Regresemos a lo nuestro. No deja de llamar la atención esta suerte de casualidad histórica entre el abuelo y el nieto, ambos gobernadores de la misma provincia, aunque en circunstancias históricas muy diferentes. Nos asiste el derecho a pensar que el abuelo hubiera estado satisfecho con el destino del nieto que apenas conoció, el único hijo varón de su hijo Juan Bautista al que nunca tuvo en cuenta, ni cuando ejercía el poder absoluto, ni cuando vegetaba como un modesto chacarero en un exilio que se prolongará hasta su muerte.

El nieto del Restaurador era bonaerense por elección, conservador sin fisuras, partidario del orden y portador del mismo nombre del abuelo: Juan Manuel. Mejor imposible. Es verdad que uno gobernó con mano de hierro durante casi un cuarto de siglo y el otro apenas ejerció tres meses un poder controlado por los caciques de su propio partido. Pero convengamos que la coincidencia histórica continúa siendo notable, sobre todo porque el nieto fue el hijo de Juan Bautista, el primogénito del Restaurador, el único hijo varón que tuvo con Encarnación Ezcurra, el hijo al que nunca consideró, al que anuló con su personalidad y el que partir de 1838, fue desplazado de las preferencias paternas por la dulce Manuelita.

Repasemos algunos datos familiares que merecen ser tenidos en cuenta. Juan Manuel de Rosas se casó en 1813 con Encarnación Ezcurra. El casamiento estuvo precedido por un pequeño pero ruidoso escándalo que tuvo como protagonista a la madre de Rosas, Agustina López Osornio, la única persona en el mundo a la que Juan Manuel respetó y temió en su vida.

Del matrimonio con doña Encarnación nacieron tres hijos: Juan Bautista en 1814, María en 1815, que falleció enseguida y Manuelita en 1817. Doña Encarnación murió en 1838 y el lugar simbólico del poder rosista lo ocupó Manuelita, a quien Prilidiano Pueyrredón pintó un retrato en 1851 a pedido de Dorrego, Terrero y Gervasio Rosas, un retrato que más que un homenaje a Manuelita fue un acto de servilismo al Ilustre Restaurador de las Leyes.

¿Y mientras tanto qué pasaba con Juan Bautista? Nada. O casi nada. Marginado del poder, humillado y postergado por el padre, se dedicó a los caballos, a las mujeres y a lucirse en las fiestas. Podemos imaginarlo como una víctima del padre, alguien anulado por esa personalidad avasallante e impiadosa de su progenitor, un lugar común, dicen los entendidos, entre los hijos varones de los hombres poderosos. De su presencia en el mundo sólo ha quedo una foto, donde se distingue con dificultad a un ser de edad mediana, con patillas y bigote y un lejano parecido al padre.

Juan Bautista se casó en septiembre de 1835 con Dolores Eustaquia Fuentes Arguibel; pariente de él, más o menos de su misma edad y que habrá de fallecer en Buenos Aires en 1907. De ese matrimonio nació en 1839 Juan Manuel León Ortiz de Rosas, el mismo que en 1913 será por escasos pero legítimos tres meses gobernador de la provincia de Buenos Aires.

¿Qué pasó mientras tanto entre 1839 y 1852? No lo sabemos. El perfil del hijo varón de Juan Manuel más que bajo era invisible.

A la hora de indagar en la intimidad familiar de Rosas, importa tener presente que a partir de 1840 este caballero de cuarenta y siete años empezó a convivir con Eugenia Castro, entonces una adolescente de catorce años con quien tuvo seis hijos, ninguno reconocido legalmente y de los cuales lo poco que se sabe de ellos es que vivieron en el anonimato, algunos analfabetos, otros ganándose la vida como peones y sirvientes, los varones muy en particular, Joaquín y Adrián- eran muy parecidos a su padre.

A favor de Rosas, debe decirse que el abandono de sus hijos con Eugenia Castro obedeció más que a un acto de indiferencia a una imposición de las circunstancias. La señora Castro se negó a acompañar a “su patrón” al exilio, y éste desde Inglaterra no dispuso de recursos para atender las necesidades de su vasta prole.

Para completar la información familiar, corresponde decir que había otro hijo en la familia: Pedro Pablo Rosas Belgrano. Pedro Pablo en realidad no era hijo de Juan Manuel y Encarnación, sino de su hermana, María Josefa y su amante Manuel Belgrano. Pedro Pablo nació posiblemente en Santa Fe en 1813 ó 1814 y fue adoptado por Juan Manuel y Encarnación. A cierta edad, le dijeron al muchacho quién era su verdadero padre, motivo por el cual éste incorporó el nombre de Belgrano a su apellido original. Pedro Pablo Rosas y Belgrano murió en septiembre de 1863.

Después de Caseros, sabemos que Rosas y su hija Manuelita se exiliaron en Inglaterra. Menos conocido es el dato que también se exilió Juan Bautista, su mujer y su hijo. Sin embargo, diez años después todos ellos volverán a Buenos Aires, algo que Manuelita jamás hará. Como se sabe, la hija del Restaurador, desobedecerá las órdenes de su padre y se casará con Máximo Terrero, con quien tendrá dos hijos: Manuel Máximo y Rodrigo Tomás. Manuelita y Terrero morirán en Londres: ella en 1898 y él en 1904.

A partir de 1862 el nieto de Juan Manuel inició una carrera política intensa. En 1870 falleció su padre, seguramente orgulloso de un hijo que se ha destacado por su heroísmo en las campañas militares en el Paraguay. Es que para desconsuelo de los futuros historiadores revisionistas, el nieto de Rosas fue un soldado que peleó bajo las órdenes de los ejércitos dirigido por Bartolomé Mitre. Seguramente, con ese acto el nieto no era leal al revisionismo histórico, pero sí a los ideales de la ambiciosa y pujante clase dirigente de aquellos años.

A partir de 1870, Juan Manuel Ortiz de Rosas inició una prolija carrera política. Leal a Adolfo Alsina, se desempeñó como diputado, senador provincial y ministro. En 1891 será convencional constituyente en su provincia y en algún momento fue presidente del poderoso Banco de la Provincia de Buenos Aires. En 1898 será diputado constituyente en la asamblea convocada ese año para reformar la Constitución Nacional, y en 1903 será ministro del gobierno conservador de Marcelino Ugarte.

O sea que estamos ante un político conservador que rindió prolijamente todas las asignaturas exigidas para un dirigente político de aquellos años. En ese contexto, a nadie le debería llamar la atención que para 1913 fuese electo gobernador en un proceso azaroso donde todas las casualidades parecieron encadenarse con el objetivo de hacer gobernador de la provincia de Buenos Aires al nieto del ilustre Restaurador de las Leyes.

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