De visita

-Vos sabes que Susana es mi amiga de toda la vida.

-Sé que son amigas, no se desde cuándo,

-Somos amigas, más por historia que por otro cosa. Terminamos el secundario juntas, entramos juntas a la facultad; juntas preparamos una cuantas materias, incluso Contratos, lo preparé con ella.

-Pero ella no se presentó.

-No, no se presentó. Y lo bien que hizo, porque se iba a comer una bola grande como una casa. Después de es nos dejamos de ver por un tiempo, incluso me dejó colgada porque, como te iba diciendo, estábamos preparando Filosofía del Derecho y a último momento me dijo que no iba a rendir, que no estaba con ganas de estudiar, que la iba a cursar de nuevo en el cuatrimestre…yo le puse cara de culo porque vos sabés lo que significa que tu compañera de estudio te deje en banda, pero como a las amigas se les perdona todo, se la dejé pasar.

-Está bien, te entiendo, pero no me parece que sea grave. Mirá si yo me tuviera que enojar con los que me dejaron colgada…

-Tené paciencia Pimpi, tené paciencia, que lo más importante todavía no te lo conté. La semana pasada me encuentro en la biblioteca con  Nilsa…¿te acordás?…la flaquita que la otra noche estaba en la peña que se hizo en tu casa.

-Más o menos me acuerdo. Vos sabés que el vino de las peñas me produce amnesia.

-Bueno, no viene al caso. Como te iba diciendo…me encontré con Nilsa. Y después de saludarnos y decirnos las pavadas de siempre, me comentó que a Susana la habían operado, pero que estaba todo bien, que ahora descansaba en su casa y que en pocos días se iba a recuperar. Te imaginás cómo me puse. Mi mejor amiga operada y yo en babia. Le pregunté qué le había pasado y no me supo decir bien…vos sabés que esta Nilsa es medio estúpida, pero palabra va a palabra viene, le saqué que el médico que la había intervenido era el doctor Galo…

-¿Galo?

-Si, Galo

-¿El abortero?

-Exactamente mi querida, el abortero. Así que te imaginás…Susana en manos de ese hijo de puta.

-Bueno, no fue la primera ni será la última.

-Si ya lo sé, pero esta es una tarada…cómo va a ir al consultorio de ese malandra…

-Es lo que vos decís Mara, pero convengamos que cobra barato y es discreto Vos sabés que hace un par de años yo tuve un problemita parecido y me atendió él.

-¿Y?

-Y acá me tenés, embarazada de vuelta, pero esta vez decidida a tenerlo.

-Esta bien, que cada una haga lo que se le ocurra con su vagina, pero lo que te digo es que ella me conoce. Según sus propias palabras soy algo así como su hermana, por lo que yo podría haber hecho gestiones para que la atendiesen en una clínica bien puesta.

-Yo no me imagino que a alguien en esa situación la puedan atender como a una reina; salvo que tu concepto de la monarquía esté muy devaluado.

-Vos entendés lo que quiero decir…en realidad lo que a mí más me molestó fue que mi amiga haya pasado por una situación que para todas las mujeres es traumática y que no me haya dicho una palabra. Y que yo me venga a enterar de lo sucedido por boca de esta estúpida.

-Sos un personaje Mara.

-Personaje, pero de folletín cursi.

-Veo que manejás bien tus tiempos dramáticos.

-Años de teatro independiente alguna enseñanza dejan…pero sigamos…ese mismo dia me fui hasta su casa.

-¿Vive sola?

-Si vive sola. Se peleó con la compañera que tenía y alquiló un departamentito precioso cerca de Plaza Pueyrredón. Y te iba contando: allí fui. Te imaginarás que con la confianza que tenemos ni siquiera avisé: fui derechito a verla.

-Me imagino que no le habrás reprochado lo que hizo.

-¿El aborto?

-Si, claro, el aborto

-Pimpi…tan bestia no soy…fui a acompañarla, a ver como estaba, a ofrecerme para lo que sea.

-¿Y entonces?

-Todo bien. Toqué timbre y me atendió su prima, la flaca esa que anda de novia con el cabezón García.

-Pobre, no sabe con quién se mete.

-Ella abrió la puerta y me hizo pasar. Susana estaba en su cuarto acostada y allí estuvimos las tres conversando hasta que la flaquita se fue y nos quedamos solas.

-Por lo que me contás, todo bien.

-Esperá un poco; no te impacientes. Yo preparé mate, acomodé un poco el cuarto…

-¿Y ella cómo estaba?

-Bien, en general bien. Un poco pálida y un poquito nerviosa, pero no nos adelantemos…en algún momento no sécómo salió el tema del Negro Salcedo, porque pareciera que donde voy todas y todos me preguntan por él como si fuera su viuda.

-¿Ella te preguntó por él?

-Bueno no…en realidad la que sacó el tema fui yo…no sé por qué lo hice, pero viste que una cosa lleva a la otra y, bueno, en un momento yo hablaba del Negro y le contaba de los años que vivimos juntos, y de las peleas que tuvimos, pero también los momentos felices que pasamos. Creo que en algún momento le dije que el Negro había sido el hombre más importante de mi vida, algo que ella lo sabe muy bien porque más de una vez lo hablamos.

-¿Pero a vos te parece Mara? Tu amiga recuperándose de una interrupción del embarazo y vos contándole tus cuitas.

-Si, me parece…

-Si me permitís una opinión, creo que si decido acompañar a una amiga, la que pongo la oreja soy yo. Y a vos no te voy a explicar cómo quedamos las mujeres después de un aborto.

-A lo mejor tengas razón, pero no lo pude impedir: estuve casi una hora hablando del Negro.

-¿Y  ella qué hacía?

-Escuchaba. Estaba tapada hasta el cuello y me miraba. Me miraba y si mal no la conozco creo que en algún momento llegó a lagrimear.

-¿Lagrimear? ¿Por?

-Ella sabrá. Yo por mi parte lo que tenía que decir lo dije, porque lo que tenía que saber ya lo sabía.

-Mara por Dios…no te entiendo…¿qué es lo que sabías?

-Lo que necesitaba saber; lo que vi en el acto…al minuto de estar en esa casa.

-¿Y se puede saber qué viste?

-Allí, en la mesita de luz, al lado de un libro, había algo.

-¿Qué había?

-Un encendedor, un encendedor y un paquete de cigarrillos.

-Y eso qué tiene que ver

-¿Cómo qué tiene que ver? Ese encendedor fue el que le regalé al Negro Salcedo hace dos años exactamente. Y los cigarrillos son los que el Negro fumó toda su puta vida.

-No me digas…Pimpi, sos tremenda.

-Tremendo se debe de haber puesto él cuando al otro día le mandé el encendedor con una notita en la que le decía que no me parecía de buen gusto dejar un regalo íntimo en la mesa de luz de una putita barata.

-¿Y a ella la volviste a ver?

-Le escribí una cartita muy breve diciéndole que se cuide.

-¿Qué se cuide de no quedar embarazada?

-No, no soy quién para estar dando consejos

-¿Qué se cuide del Negro?

-No, el Negro no sirve ni siquiera para cuidarse.

-No te entiendo; ¿de quién debe cuidarse?

-De mí debe cuidarse, de mí.

-Te desconozco Mara…¿no decís que el Negro no te importa nada?

-Que el Negro no me importe nada no la autoriza a ella a encamarse con él.

-Sinceramente no te entiendo

-Yo sí me entiendo y vos en mi lugar también te entenderías

-¿Te contestó la carta?

-No, no me contestó, porque finalmente a la carta no se la mandé…me pareció innecesario. A mí me gusta vengarme. pero no amenazar.

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