La espera

Son las tres de la tarde y estoy en el bar de la facultad esperándolo a Montaner que se comprometió a estar aquí a esta hora para que arreglemos de una buena vez las cuentas que corresponden por el balurdo de los pases de Córdoba y Tucumán a esta facultad antes de que la cosas se compliquen, porque el Ñato Heredia hace rato que viene reclamando su parte y, como ya le dije a Montaner, no nos conviene ponerlo nervioso al Ñato porque es un tipo complicado, un tipo complicado que si se enoja nos puede encarajinar la vida a todos, y nosotros lo que menos necesitamos en este momento  -lo dije por teléfono esta mañana- es complicarnos la vida, porque la cana después de la muerte de Nando Heredia en el cabaret me viene marcando de cerca y Montaner de rebote puede caer en la volteada, justamente él que, según me dijo, le anda arrastrando el ala a la hija del decano, un minón que, con todo respeto, a él le queda demasiado grande, pero sobre estas cuestiones que cada uno se arregle como mejor le parezca porque, para ser sinceros, demasiados problemas tengo yo como para encima andar complicándome la vida con las minas que se conquista este tipo que cada vez que se le presenta la oportunidad me recuerda que yo soy su socio, una relación que no me causa mucha alegría sostener con quien estoy convencido de que si pudiera cagarme lo haría sin pestañear, aunque, para ser justos, si yo pudiera hacerle lo mismo también lo haría, algo que de todas manera no va ocurrir por la sencilla razón de que a los dos nos conviene más andar bien que cagarnos, ya que si esto ocurriera los perjudicados seríamos todos, no sólo él y yo, sino los dos o tres burócratas que nos dan la mano, más los puntos de las otras universidades con los que venimos haciendo negocios desde hace por lo menos dos años, negocios y plata, negocios y plata que seguiremos haciendo siempre y cuando nos cuidemos, no dejemos abierto ningún flanco y, sobre todo, sepamos mantener la boca cerrada, algo que con Montaner sinceramente me preocupa, porque si bien no es ningún gil, se tiene demasiada confianza y en estos negocios no es lo más prudente creerse demasiado vivo, sobre todo un tipo que todo lo que hace lo hace pensado en las minas, algo que en su momento me dijo Livia, a la que nunca se le escapa nada y le juna las debilidades a los puntos antes de que empiecen a hablar, y precisamente fue Livia la que me advirtió o, mejor dicho, me dio a entender, que tuviera cuidado con Montaner, una advertencia que yo la tomé bien, porque lo que me estaba diciendo no es que él era más vivo o más ligero que yo, sino que podía ser peligroso no por vivo, sin, y yo y Livia sabemos muy bien que no hay nada más peligroso que los que se creen vivos e incluso son vivos, pero les falta para recibirse con todos los honores la materia más importante, la materia que no se aprueba con libros sino viviendo y viviendo a mil, aunque, hablando de materias, no deja de ser sorprendente que justamente sea yo el que use esa palabra, yo que en los últimos años me gano unos buenos mangos “gestionando” materias, materias que no existen o no se aprobaron nunca, un negocio que nobleza obliga lo empezó Montaner, pero lo empezó y nada más, porque lo más importante, la plata que hubo que poner para poner en marcha y aceitar algunas relaciones, todo eso lo hice yo y, tal como se presentan las cosas, lo seguiré haciendo yo, aunque debo admitir que para bien o para mal a Montaner lo necesito porque por más desconfianza que me inspire, el hombre en lo suyo es bueno, tiene lo que se dice clase y, además, es un hijo de puta a tiempo completo, un tipo capaz de entregar a su madre y a su abuela con tal de salirse con la suya, un tipo que, me consta, puede llegar a ser peligroso, un enemigo temible capaz de patearle la cabeza a un tipo en el suelo, que fue exactamente lo que hizo aquella noche cuando el Zurdo Medina, un pelotudo que la va de cafiolo, se molestó porque Montaner se estaba ganado a pura labia a la Carolina y creyó que a ese niñito bien universitario lo podía pasar por arriba, motivo por el cual se le fue crudo y antes de darse cuenta estaba en el suelo y gracias a Dios y a la virgen que pude intervenir a tiempo, porque sino le volaba la cabeza de una patada y lo hacía sin alterarse, sin pestañear y sin abrir la boca, como corresponde a un asesino capaz de matar a sangre fría, algo que esa noche no hizo gracias a mi intervención, cosa que debe estar agradecido porque si lo hubiera matado al Zurdo seguramente se habría comido una buena temporada en cana y adiós sus sueños de casarse con la hija del decano, algo que el otro día se lo recordé y me lo admitió, aunque sí mal no lo conozco no lo hizo del todo convencido, porque es de los tipos que no se arrepienten de lo que hacen y así como tiene la paciencia de un monje para llevar adelante los planes más audaces, no vacila en mandar todo a la mierda si algo se interpone en su camino, y sé de lo que hablo porque los conozco a estos tipos, porque de alguna manera yo soy así y me consta que más de una vez una calentura o lo que en el ambiente se llama una cuestión de honor, nos hunde en el fondo del mar y lo peor de todo es que marchamos al naufragio convencidos de que hicimos lo que correspondía y lo hicimos con la misma indiferencia con la que ahora termino el café que estoy tomando mientras observo que Montaner entra al bar quince minutos después de la cita convenida, entra al bar, me hace una seña con el dedo para decirme que lo espere y se va hasta la barra seguramente para pedir un café que traerá a la mesa mientras nos ponemos a conversar a ajustar detalles de las últimas operaciones que gracias a Dios y a la virgen están saliendo bien y nos estamos llenado de guita, contribuyendo con nuestra modesta labor a que en este país de mierda haya cada vez más abogados con títulos válidos algunos y con títulos truchados otros, diferencia a tener en cuenta porque alguna vez no me acuerdo si Susú o Rita me preguntaron por qué si éramos tan eficaces para tramitar títulos truchos no hacíamos lo mismo con nosotros, en vez de andar cursando materias, pregunta que contesté no recuerdo con que boludez porque ni Rita ni Susú, van a entender la diferencia que para un tipo como yo existe entre ser un abogado con todas las de la ley o ser un abogado trucho, una diferencia que explica por qué a pesar de que vivo bien y que seguramente puedo seguir viviendo bien me importa mucho recibirme y hasta me resulta interesante, por no usar otra palabra, cursar materias, conversar con los profesores y algunos otros sacrificios por el estilo, sacrificio que yo mismo elegí como creo que también eligió Montaner con quien ahora converso y dentro de unos minutos nos vamos separar, él para cursar Privado con su noviecita soñada y yo para terminar con Sucesiones.

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