¿Quiénes asesinaron a Bernardo de Monteagudo?

 

“Las vueltas de la vida”, habrá pensado Bolívar. “Empiezo investigando el asesinato de Monteagudo y me desayuno que al primero que querían asesinar era a mí”. Por lo menos así se lo dijo Espinosa a las pocas horas de ser detenido. Imagino que Bolívar habrá reforzado su seguridad privada y después continuó con la investigación, tirando la cuerda, como quien dice, para que le permita conocer los pormenores de la muerte de Monteagudo.

Ya se sabe que a Espinosa y a Moreira les pagaron para que hicieran la faena. Apenas detenidos, los muchachos insisten en decir que efectivamente lo mataron a Monteagudo, pero no sabían que se trataba de un ministro, de un personaje famoso, como diríamos ahora. Juran y rejuran que lo hicieron para robarle. Lo raro es que eso fue lo que no hicieron: robarlo.

Con las licencias y escrúpulos del caso, tenemos que pensar que el verdugo hizo su trabajo con los detenidos, es decir, aplicó la tortura, un expediente que por muy gobierno patriótico que haya la policía no se privaba de hacer -con el visto bueno por supuesto- de las autoridades.

Después de aplicar recursos tan persuasivos los detenidos declaran que fueron contratados por Francisco Moreira y Matute, José Francisco Colmenares y José Pérez. ¿Quiénes eran estos muchachos? Moreira y Matute era un conocido comerciante y un prominente miembro de la Sociedad Patriótica. Colmenares militaba en la misma facción y era un íntimo amigo del político y ministro más destacado de aquellos tiempos: Sánchez Carrión. Pérez se desempeñaba como portero del Cabildo, se ganaba la vida como panadero y, cuidado, era dueño de un puñal muy parecido al que usaron los asesinos para matar a Monteagudo.

Ley del arrepentido

La policía respiró aliviada. Los responsables intelectuales del crimen estaban entre rejas. Se suponía que Bolívar también estaba en paz con su conciencia. Sin embargo, como dice el poema conocido, a esta historia todavía le faltaba lo mejor. Moreira Matute, Colmenares y Pérez son llevados a juicio. Todos los datos y testimonio parecen condenar a los detenidos pero el presidente del tribunal duda. Duda de la policía, duda de los procedimientos que se hicieron y duda de las pruebas que se presentan. “Acá hay un secreto que debe ser develado”, dice. Pronto se sabe que algunas confesiones fueron arrancadas con la tortura, que el puñal de Pérez no es prueba de nada porque como ya se sabe, el puñal que mató a Monteagudo quedó en su cuerpo.

Bolívar comparte las dudas del juez. Supone que los asesinos reales no son estos tres señores, que en todo caso por encima de ellos hay otra persona. Y sospecha que Espinosa a esa persona la conoce. Entonces da un paso audaz. Exige una reunión privada con Espinosa y Moreira. Atención al detalle. Bolívar todavía no es el Libertador como lo recordarán las efemérides, pero es la principal autoridad política de Perú y el héroe de las grandes batallas libertadoras.

Pues bien, Bolívar se va a reunir con los dos mulatos asesinos. ¿Para qué? Para conocer qué ocurrió aquella noche del viernes 28 de enero de 1825. Otra novedad interesante para los tiempos actuales. Bolívar le promete a Espinosa y a Moreira que si le dicen la verdad no serán ejecutados. ¿Una ley del arrepentido? Algo así, aunque en este caso no se trata de una ley, sino de una promesa, la palabra de honor de la principal autoridad política del Perú.

Se dice que Bolívar nunca contó los pormenores de esa reunión. Pero seguramente los detenidos algo le dijeron porque él mismo se ocupó de que que no fueran ejecutados. Es más, tres o cuatro meses más tarde, Bolívar ya no estaba en Lima cuando toma conocimiento de que Espinosa y Moreira iban a ser ejecutados. En el acto redacta un decreto -los historiadores afirman que fue el primero y el último- ordenando que a los detenidos se les perdonara la vida. Según se sabe, luego los condenaron a diez años de prisión, de los cuales cumplieron menos de la mitad.

Curioso este Bolívar aplicando la ley del arrepentido, una decisión que 200 años después nosotros tenemos muy serios reparos en aplicar. Detalles al margen, importaría saber que todas estas variables cobran importancia cuando hay una razón de Estado de por medio. Por lo menos, así lo entendió Bolívar en 1825.

Vengar la muerte

¿Y de qué se enteró Bolívar en aquella reunión del 23 de abril? Dije que sobre los pormenores de la reunión nunca contó anda, pero que los reos algo le dijeron porque después les perdonó la vida. Bolívar no abrió la boca peor algo hizo. Por lo menos es lo que se puede deducir de sus actos. Y lo que se deduce es que quien quedó en la mira fue Sánchez Carrión, el enemigo declarado de Monteagudo, el mismo que declaró cuando Monteagudo entró a Lima que había que asesinarlo.

Con Sánchez Carrión Bolívar se va a mover con cautela. Se trata de un hombre prestigiado, un político influyente y el principal ministro de su gabinete. Por otra parte, Monteagudo está muerto y el sentido práctico de Bolívar le debería aconsejar no hacer más olas con una disputa facciosa interna que, a esta altura del partido, a él no le va y no le viene. Por lo menos eso es lo que aconseja el sentido común.

Sin embargo, él ha prometido vengarlo a Monteagudo. Además, no puede permitir que a un colaborador suyo lo maten como si nada, porque por ese camino el próximo muerto puede ser él, ya que a su astucia no se le escapa que los mismos enemigos de Monteagudo son los suyos.

A la hora de desplegar encantos y disimular sus pensamientos Bolívar es un maestro. En este caso quien lo acompaña en estos menesteres es su amante, la bella Manuela Sáenz, íntima amiga de Bernardo y también decidida a vengar su muerte. A mediados de mayo Simón y Manuela invitan a Sánchez Carrión a almorzar en su residencia de La Magdalena. Suponemos que conversaron de política y acerca de los destino de Perú. Se dice que Manuela estaba encantadora y Simón de lo más atento. Veinte días después de ese almuerzo Faustino Sánchez Carrión muere envenenado.

Prestar atención: esto ocurre veinte días después, aunque según declaraciones posteriores del asistente de Bolívar, Sánchez Carrión ya había manifestado estar indispuesto durante el almuerzo. ¿Qué pasó? ¿Lo envenenaron? Sánchez Carrión era un hombre joven, la misma edad que Monteagudo, fuerte y sano, con una sola debilidad: su alergia a la belladona, una planta curativa que puede llegar a ser tóxica.

¿Qué pasó? No hay una sola respuesta. La más atendible es que Manuela descubre que Sánchez Carrión es alérgico a la belladona y que se las ingenió para que el producto estuviera en la comida. Sin embargo el ministro murió dos semanas después. ¿Cómo se explica esa diferencia de días? Acá la única explicación la brinda la literatura. Hay varios relatos al respecto, pero el más clásico es el de Anderson Imbert, quien postula que Manuela sabiendo que Sánchez Carrión criaba conejos le ordena a unos de sus colaboradores que siembre en la huerta de éste la belladona. Anderson Imbert sostiene a través de su personaje, un historiador anglosajón, que los conejos se alimentaron de esa planta que a ellos les resultaba inofensiva y cada vez que Sánchez Carrión se comía un conejo a la hora del almuerzo o de la cena se iba envenenando hasta morirse.

Literatura o no, lo cierto es que Sánchez Carrión murió intoxicado después de haber almorzado en La Magdalena con Bolívar y Manuela. ¿Fue vengado Monteagudo? Según esta hipótesis, sí, pero el misterio de todos modos queda abierto. Bolívar va abrir la boca para aclarar nada, pero nunca quedará liberado de sospechas.

Lo defiende San Martín en su famosa carta a Mariano Alvarez escrita en 1833, pero sus enemigos -que nunca fueron pocos- cuando tratan el tema dan a conocer esa carta que Bolívar le escribe a Santander en la que califica a Monteagudo como un hombre peligroso y una verdadera calamidad para hispanoamérica.

El final queda abierto. No faltan historiadores que retoman la hipótesis del robo que no se termina de consumar porque los asesinos se asustan y huyen. Y, por supuesto, siempre sigue vigente para el cine, el teatro y la novela la historia del marido celoso de ese infalible seductor y amante apasionado que fue Bernardo de Monteagudo.

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/150662-quienes-asesinaron-a-bernardo-de-monteagudo-cronicas-de-la-historia-por-rogelio-alaniz-continuacion.html]

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