EL DEVENIR

A las 18,25, el profesor Gustavo Martínez Araujo entra a la facultad, cruza el hall en diagonal y en Bedelía le pide al ordenanza que le dé el registro de alumnos regulares. Alrededor de sesenta años, pelo canoso aplastado por la gomina, lentes ahumados, saco sport, pañuelo al cuello. A las 18,30, está conversando con dos alumnas en la galería. Habla, gesticula y sonríe. En algún momento se suman dos muchachos a la conversación y él se pone serio. A las 18, 45, conversa con el decano que acaba de entrar a la facultad. El doctor Dresser le recuerda que está prevista una reunión para la semana que viene y que las mesas de exámenes se van a constituir como siempre. Se saludan con un apretón de manos. Dresser se dirige hacia el primer piso y Martínez Araujo hacia él aula doce, la que está a la altura del ascensor y cuyas ventanas dan sobre Cándido Pujato. A las 19 horas en punto, Martínez Araujo empieza a dictar su clase de Historia Institucional. Hay más de ochenta alumnos anotados que escuchan, toman apuntes y de vez en cuando hacen alguna pregunta. El profesor explica los proyectos constitucionales de 1819 y 1826. Y se extiende en algunas consideraciones acerca del gobierno de Rivadavia en la provincia de Buenos Aires. Un alumno le pregunta si se va a referir al acuerdo firmado con la Baring Brothers. Martínez Araujo responde que lo hará en su momento, aunque advierte que no es el objetivo principal de la materia discutir ese acuerdo. Se oyen algunos murmullos, pero nadie pregunta, por lo que continúa explicando las modalidades de esos dos proyectos constitucionales que juzga importantes como antecedentes de la futura Constitución de 1853. A las 20, 30 toma asistencia y da por finalizada la clase. Mientras acomoda algunos papeles en su portafolio un grupo de alumnos se acerca para recordarle que está previsto un asado en una casa de estudiantes en la que él está invitado. Pregunta quienes van. Una de las chicas le responde que todos y todas. Sonríe satisfecho, saluda y se retira de clase.

 

A las 18,Velarde está con sus amigos tomando cerveza en el bar. Sabe que falta una hora para empezar la clase de Historia Institucional, pero no le preocupa porque en realidad cursa por obligación, ya que la orientación ideológica del profesor no sólo no le interesa, sino que, además, considera que defiende mal incluso sus propias posiciones. A las 18,35, Velarde se encuentra con Liliana Mujica en la puerta del bar e intercambian algunas palabras. A las 18,45, Velarde conversa en el local del Centro con Fanto, Kraus y Martini acerca del picnic del día del estudiante y de la convocatoria a la asamblea estudiantil. A las 19,05, Velarde entra a clase y se sienta en uno de los bancos de adelante. Alrededor de las 19,45 le pregunta al profesor si se va a referir al préstamo solicitado por Rivadavia a la Baring Brothers y éste le responde que no es el tema principal de la bolilla. Liberal, gorila y bruto, le dice Velarde a Fanto en voz baja.

 

A las 18, René Fanto entra a la facultad y se dirige al local del Centro de Estudiantes donde lo está esperando Kraus para conversar acerca del picnic del 21 de septiembre. A las 18,20 se suman  la reunión Martos y Ricardi. A las 18, 40 llega Velarde y unos minutos después Martini, mientras Kraus y Fanto se retiran. A las 18,45, Fanto se sienta a la mesa donde está Liliana tomando un café. Conversan. A las 18,50, Fanto sale del bar y se dirige a la clase de Martínez Araujo. Cuando Velarde pregunta por el tratado de la Baring Brothers y el profesor rehúye una respuesta, hace una ademán como para pedir la palabra, pero por algún motivo prefiere hacer silencio. A las 21, Fanto sale de clase y se dirige al bar. A las 21,03, conversa con Liliana. A las 21,15 los dos caminan por la galería, cruzan el hall y salen de la facultad en dirección a calle San Jerónimo.

 

A las 18,30, Donatti está conversando en la explanada de la facultad con dos amigas que conoció en el cuatrimestre pasado. Traverso se acerca al grupo y le recuerda que esa noche hay una mesa de póker en la casa de Fissore. A las 18,45, Donatti pasa por el bar de la facultad, pero como no ve a ningún conocido regresa por la misma galería y se acerca al aula doce esperando que se inicien las clases. Cerca del ascensor está Fissore que acaba de salir de clase. Lo saluda y le recuerda que esa noche la mesa de póker se inicia después de las diez de la noche.

 

A las 19, 30 en punto, Donatti entra al aula doce y se acomoda en uno de los últimos bancos. Saluda, lo saludan. Después se resigna a escuchar la clase. Se aburre. Toma apuntes durante un rato, pero luego cierra la carpeta y hace como que escucha, pero en realidad está pensado en la mesa de póker esa noche en la casa de Fissore. A las 21, Donatti sale de clase junto con Livia. Caminan hasta el hall y se separan en la explanada. Donatti la ve bajar la escalera y dirigirse en dirección a San Jerónimo.

 

A las 18,30, Mirita Saavedra y Graciela Ristorto entran a la facultad. En el hall se encuentran con dos amigos y conversan. Mirita le dice a uno de ellos que se acerquen si en algún momento las ven conversando con el profesor, porque “no queremos darle alas a ese viejo verde”. Sus amigos festejan la ocurrencia y le dicen que se queden tranquilas, que el viejo verde no se saldrá con la suya. El otro amigo les recuerda que está previsto un asado del curso al profesor, una manera de ablandarlo antes del examen. Graciela le dice que ella va si le aseguran que van a ir todas las chicas del curso y que los varones no la van a dejar sola con el viejo. A las 18,45, Mirita y Graciela conversan con Martínez Araujo. En realidad el que habla  es él. Ellas sonríen y de vez en cuando hacen como que festejan algunas de sus ocurrencias, mientras miran nerviosas a su alrededor hasta que dos muchachos que hace un rato conversaban con ellas se acercan al grupo. A las 19, Mirita y Graciela están sentadas en la segunda fila y escuchan la clase. Según Mirita el profesor será un viejo verde, pero de Historia sabe mucho, Graciela asiente mientras continúa tomando apuntes. En algún momento a Mirita se le ocurre hacer una pregunta pero no se anima. A ninguna de ellas le importa demasiado tomar notas, porque saben que a la materia le pueden preparar con los apuntes que edita Marull. A las 20,30, Mirita y Graciela se acercan a la mesa donde el profesor ha terminado de tomar asistencia y conversa con algunos alumnos. El profesor las mira y les pregunta si van a ir al asado previsto para la otra semana. Ellas responden que sí, que van a ir. A las 20 y 35, las dos salen del aula y se dirigen hacia al hall.

 

A las 18,35, el decano Esteban Dresser estaciona su auto en la puerta de la facultad. Cincuentón, alto, porte atlético, cabellos rubios algo canoso; traje gris, camisa celeste, corbata a tono y un portafolio negro. Cruza el ancho veredón, sube por las escalinatas y entra por la puerta principal. Algunos estudiantes lo saludan y él responde con un movimiento de la cabeza. A las 18, 38, un ordenanza lo detiene en el hall y le dice que lo están esperando en su despacho del primer piso. Después le acerca una carpeta que lee con atención, saca de su saco una lapicera y firma. A las 18, 40, Dresser conversa con Martínez Araujo y le recuerda que tiene que estar presente en una reunión de profesores prevista para la semana que viene. Se despide con un apretón de manos y sube por el ascensor hasta el primer piso. A las 19, Dresser ingresa a su despacho, un salón confortable y amplio con ventanales sobre Cándido Pujato. La secretaria le informa que el señor Martini lo está esperando. Le  dice que lo haga pasar cuando él  le avise y no antes. Dresser se acomoda en su sillón dando espaldas a Cándido Pujato, deja el portafolio apoyado en una de las sillas y durante un rato parece ocuparse en leer una carpeta. A las 19,15, Dresser le dice a su secretaria que lo haga pasar a Martini. Se saludan con un apretón de manos y durante casi media hora conversan acerca de algunos temas relacionados con el funcionamiento de la facultad: fechas de exámenes, turnos, regularización de los estudiantes libres. Capítulo aparte es la organización del pic nic. Martini le presenta una planilla en la que están detallados los gastos. Dresser la mira y hace algunas observaciones. No discuten.

 

A las 18, Claudio Martini y Livia Calero doblan en la esquina de San Jerónimo y Pujato y se dirigen hacia la facultad. En la explanada conversan un rato, saludan a algunos conocidos y se separan. Martini es demorado en el hall por un grupo de estudiantes que le preguntan si están confirmadas algunas fechas de exámenes. Conversa con ellos. A las 18,40, una breve reunión en el local del Centro con Velarde y Fanto. Luego  se dirige hacia el primer piso, porque a las 19 tiene una entrevista con el decano. Cuando está a la altura del aula 23, mira la hora y como considera que todavía es temprano se dirige hasta la biblioteca. Cruza la sala de lectura y se acerca al bibliotecario con quien intercambia algunas palabras acerca de los libros disponibles en las materias principales. El bibliotecario le explica que faltan algunos autores que los estudiantes solicitan con frecuencia. Martini toma nota. A las 19, está en la antesala del decanato y le dice a la secretaria que el doctor lo ha citado a esa hora. La mujer, alta, delgada, con pelo oscuro recogido en un rodete, le informa que el doctor todavía no ha llegado. Mientras la mujer acomoda unas carpetas en su escritorio le pregunta si quiere tomar un café. Martini le responde que por ahora no y se sienta en un sillón decidido a esperar. Durante más de media hora repasa las anotaciones que hizo en una libreta de tapas negras. La espera no lo impaciente, sabe que el decano ha llegado hace un rato y va demorar la entrevista porque esas son las reglas de juego. Y si algo sabe Martini es aceptar las reglas de juego, todas, incluso las que no le conviene. A las 19,45, Martini conversa con Dresser en su despacho. El acuerdo es el de siempre: él le garantiza a Dresser que no habrá disturbios y Dresser acepta que cada una de las resoluciones que se toman sean considerados como logros de la lucha estudiantil y en particular conquistas obtenidas por la conducción del Centro. Reglas de juego que se dice. Reglas que incluyen la discreta colaboración económica de la facultad a algunas iniciativas del Centro: el picnic por ejemplo.

 

A las 18,25, Livia se encuentra con Martini en la esquina de bulevar y San Jerónimo y caminan hacia Pujato. Mientras caminan, Livia le informa sobre la conversación que ha tenido con Silvana. Martini escucha y le dice que no pierda ese contacto. Livia le pregunta si hay algo nuevo que decir de su relación con Kraus. Martini le responde que por el momento no hay novedades. Martini y Livia se separan en la explanada. A las 18,45, Livia está sentada  fumando un cigarrillo en uno de los bancos de la galería. Previamente ha pasado por Sección Alumnado para cerciorarse de que la clase de Historia Institucional se dicta en el aula doce. Mientras espera que se haga la hora observa la ida y venida de los estudiantes: algunos que llegan, otros que salen de clases, algunos que conversan, otros que saludan. En algún momento Martínez Araujo pasa caminado cerca suyo. Desde donde está sentada lo ve conversar con dos chicas y después observa cómo se acercan otros estudiantes. Sonríe. A las 19 y un minuto, Livia entra a clase. Traje sastre, el pelo recogido, su aspecto es el de una juiciosa estudiante de Derecho. Se sienta en una de las filas del medio y escucha la clase. Livia no sabe de lo que habla el profesor, pero sabe muy bien que en la planta de profesores están aquellos con los que se puede aprender y aquellos con los que se pierde el tiempo. Martínez Araujo es de los que se pierde el tiempo. Escucha que un alumno que ella en algún momento lo vio conversando con Martini le hace una pregunta que no contesta o, según se mire, contesta mal. En algún momento saca de la cartera un libro, lo disimula en la carpeta y se pone a leer. No se preocupa. Con ese profesor no hay nada de qué preocuparse y, mucho menos, no hay nada que aprender. A las 21, el profesor toma asistencia. Livia da el presente y se retira. Mira con algo.de fastidio al grupo de estudiantes que conversa con Martínez Araujo. En la puerta se cruza con Donat, a quien conoce porque de vez en cuando va con sus amigos al cabaret donde ella trabaja. Es un viejo verde, le dice Donatti mirando al profesor. Livia sin mirarlo, dándole la espalda responde que es algo peor que un viejo verde, es un idiota y un pobre tipo. Livia camina con Donatti hasta la explanada. En el trayecto se entera de que hay una mesa de póquer y como al pasar pregunta quiénes van a estar presentes, pregunta que Donatti contesta sin reparos porque sabe que Livia es de confianza.

 

A las 18,30, Pimpi Traverso se separa de Suñer en la esquina de 9 de Julio y Pujato. Él acaba de salir de clase y ella ese día cursa Historia Institucional con Martínez Araujo. A las 18 y cinco, conversa en una de las galerías con Nenucha Morante que acaba de salir del curso de Contratos. Nenucha le comenta que se reconcilió con Varale y que probablemente se vayan vivir juntos. Pimpi la escucha, pero en algún momento le dice que tiene que hacer un trámite en Alumnado y después debe ir a clase. A las 18, 20, está en Sección Alumnado hablando con una ordenanza porque no salió en la lista del curso. Él ordenanza le informa que la inscripción ya se ha cerrado y que él no puede hacer nada. A las 18, 30,Traverso conversa con Kraus en el local del Centro de Estudiantes. Kraus deja de hablar con sus amigos y la saluda con un beso. Pimpi le explica que quedó afuera del curso. Kraus le toma los datos, número de documento, número de libreta universitaria, nombre y apellido completos. Después le dice que lo deje en sus manos. A las 19, Pimpi entra al curso y se acomoda en una de las sillas de atrás. No lo soporta a Martínez Araujo, pero cursa porque sabe que con cumplir con la asistencia la materia está aprobada. Mientras el profesor habla, ella se distrae leyendo una novela. En algún momento suspende la lectura porque Velarde hizo una pregunta acerca de la Baring Brothers. Pimpi no sabe muy bien a qué se refiere Velarde, pero escucha porque Velarde en las largas tertulias del bar siempre insiste en que las clases de Historia están controladas por el aparato ideológico de la entrega nacional. Pimpi se prepara para escuchar una polémica, pero Martínez Araujo desestima cualquier posibilidad de debate. A las 21, Pimpi responde “Presente” cuando el profesor toma asistencia y se retira antes de inmediato. A las 21 y 5, Pimpi se encuentra con Suñer en el bar de la facultad.

 

A las 18, 30, Lucio Visconti entra al bar de la facultad, se acerca a la barra y le pide un café a Florencio. Después se dirige hacia una mesa en la que están Marcoli y Salzmann. Conversan durante unos minutos.Visconti les acerca una copia del manifiesto que acaba de escribir y que sus amigos leen con atención. A las 18, 50, Visconti camina por la galería, pasa por frente de las aulas San Martín y Vélez Sarsfield, se cruza con Martini, Velarde, Fanto, Straus, pero en distintas fracciones de tiempo. Saluda a algunos conocidos y en algún momento se detiene un momento para conversar con dos muchachos que seguramente acaban de salir de clase. A las 19, Visconti entra al aula 12, un instante antes de que Martínez Araujo dé por iniciado el curso. Se sienta en la primera fila, cerca de la ventana y durante una media hora parece seguir con atención la clase. Después saca una carpeta, la apoya en el banco y hace algunas anotaciones. Durante el resto de la clase Visconti se dedicará a agregar y tachar nombres de la lista de estudiantes que en esos días deberá visitar para convencerlos de que se sumen a la nueva agrupación. A las 21, Visconti sale de clase y se queda conversando cerca de la escalera con un grupo de estudiantes. Livia pasa a su lado conversando con Donatti. Visconti saluda a los dos, pero continúa conversando con sus amigos. A las 21.05, Visconti regresa al bar, pero la mesa en la que estaban Salzmann y Marcoli está desocupada, motivo por el cual se acerca a la mesa en la que dos estudiantes veteranos, Donovan y Ortega toman un café.

 

A las 18,25, Liliana Mujica camina por la galería de la facultad y en la puerta del bar se encuentra con Velarde. Le pregunta por Fanto y Velarde le dice que seguramente está reunido con los del Centro de Estudiantes. A las 18,30, Liliana está en la barra, le pide una gaseosa a Florencio y luego se dirige a la mesa que da contra la ventana. A las 18,45, conversa con Fanto en voz baja. A las 19, después que se retira Fanto va a la barra y le pide a Florencio un café. A las 19,05 se suman a la mesa sus compañeros de agrupación Hernández, Méndez y, Ramírez Palacios.  A las 20,30 sus compañeros se van y se queda sola. Saca un libro de la cartera y se pone a leer. A las 21,03, llega Fanto. Conversan en voz baja y alrededor de las 21,15 salen juntos del bar.

 

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