SILVANA Y MONTANER

¿Alguna novedad Silvana sobre lo que te pedí el otro día?

-¿Perdón?

-Que hablés con Dresser para que se arregle mi situación.

-Ah, sí…ahora me acuerdo…pero no…no hay ninguna novedad.

-¿Pero hablaste o no?

-Sinceramente no.

-¿Te tengo que dar las gracias?

-No Jorge, no hace falta, como tampoco hace falta que Dresser intervenga en este asunto.

-Me parece que lo que te pedí es bastante sensato…

-Es lo que te parece a vos…yo no pienso lo mismo.

-¿No te parece que nos estamos yendo a la mierda Silvana?

-No sé de lo que me estás hablando.

-De todo. De todo lo que estamos haciendo.

-¿Lo que hacés vos con Adriana y lo que hago yo con Dresser? ¿O lo que hacés vos con Durán?

-Es todo más o menos lo mismo…

-Según se mire…según se mire…las responsabilidades mías y las de Dresser son muy diferentes a las tuyas.

-¿Y las de Kraus?

-A Kraus sácalo de esta porque no tiene nada que ver.

-¿Ah sí? ¿Así que ahora no tiene nada que ver?

-Que yo sepa, no.

-¿Qué raro no?

-¿Qué raro qué?

-Hasta hace unos días Kraus, según tus muy cultivadas expresiones, era un hijo de mil putas y ahora resulta que es un angelito.

-Yo no dije eso, pero si querés plantearlo así me da lo mismo.

-A mí no me da lo mismo.

-Lo siento por vos.

-¿Hasta cuando vas a seguir haciendo lo que se te da la gana?

-¡Cómo ha cambiado el hombre que tanto admiré! En otros tiempos para valorar lo mismo hubieras dicho que soy una mujer libre.

-No estoy tan seguro de que lo seas.

-Yo sé que lo soy. Y lo soy porque sé lo que quiero.

-No me digas que lo querés a Dresser porque me voy a reír.

-A él no lo quiero. Pero sí quiero las cosas que él puede habilitarme. Además, te lo digo en confianza: no la paso mal.

-De eso no me cabe ninguna duda.

-¿Algún reproche, alguna recriminación por hacer lo que vos siempre predicaste?

-No me atrevería a reprocharte nada; probablemente el que cambió soy yo.

-Si cambiaste mi querido, lo hiciste para mal.

-¿Tan segura estás?

-Por supuesto que estoy segura. Y desde ya te adelanto, mi querido Jorge Montaner que si algo en común tenemos los dos es que hemos llegado hasta un lugar desde donde no tenemos retorno.

-Lo decís como si estuvieras orgullosa.

-No sé si orgullosa, pero sí bastante conforme.

-¿Ser amante del decano te da tanta confianza?

-No me subestimes por favor. Yo sé muy bien lo que hago con mi cuerpo. Claro que me gustan los hombres, pero si algo aprendí  en estos años fue a elegir y a ponerle un precio a todo.

-¿Alguna diferencia con Livia?

-Mi querido amigo: me estás decepcionando con tus preguntas de manual. Claro que hay diferencias con ella: yo elijo, a Livia la eligen. Pero además el precio mío es siempre más elevado.

-Ella también elige…Visconti, por ejemplo…

-Que lo disfrute. No tenemos los mismos gustos y, sobre todo, las mismas esperanzas

-Esperanza…¡Vos usando esa palabra!

-Si no te gusta te lo digo de otra manera: con Livia tenemos otra diferencia y es decisiva: ella se enamora, yo no.

-Me consta.

-¿Alguna referencia personal?

-No, ninguna. Por lo menos nada que vos no conozcas.

-Ya que estamos en tren de intimidades, ¿te incomoda si te digo que si alguna vez estuve enamorado de un hombre ese hombre fuiste vos?

-Ya lo sé.

-Ya lo sé, ya lo sé…el machito engreído.

-Soy lo que soy Silvana. Pero para devolverte la atención, te digo que yo también creo que estuve enamorado de vos,

-¿Creo?

-Si, creo, porque ahora no estoy seguro de nada.

-Yo sí lo estoy.

-Te felicito. Pero si no me contestás con una carcajada, ¿puedo preguntarte qué nos pasó?.

-Lo que nos pasó no es para reírse. Tampoco es para llorar. Pero te lo juro que hace un tiempo yo también me hice esa pregunta.

-¿Alguna respuesta?

-Hay preguntas cuyas respuestas no quitan ni sacan nada porque la vida transcurre por otro lado ¿Sabés lo que pasa? Somos muy parecidos Jorge. ¿Y sabés por qué? Por la sencilla y exclusiva razón de que vos y yo estamos incapacitados para querer. No me preguntes por qué, pero no podemos hacerlo. No sé que nos pasó, pero ese sentimiento nos está negado.

-Yo sin embargo…

-Ya sé lo que me vas a decir: que vos sin embargo te enamoraste de Adrianita…

-¿Está mal que así sea?

-Me parece patético. Indigno de un tipo como vos, el burlador burlado, el macho piola que cae rendido.

-¿No podés tomarte nada en serio? ¿Todo tiene que estar sucio? ¿Todo tiene que oler a mierda?.

-No son muchas las cosas que yo tomo en serio. Pero entre esas pocas cosas que merecen mi respeto no está tu redención a través del amor. Sinceramente no te creo. ¿Y sabés por qué no te creo? Porque te conozco. O, para decírtelo de otro modo, te respeto y no puedo creer en tu flamante pasión amorosa.

-Tal vez así se explique ese empeño en cagarme la vida.

-¿Cómo es eso?

-Como lo oíste Silvana. Que esté enamorado, como vos decís, no incluye que sea un pelotudo. Y muy pelotudo debería ser para no saber que no sé bien por que motivo me has elegido como tu nueva víctima.

-Me parece que estás perdiendo la línea.

-Yo estaré perdiendo la línea, pero vos estás perdiendo algo más importante. Entiendo tus amoríos con el decano, tus antiguos amoríos con Kraus, tus especulaciones para llegar adonde vos decís que querés llegar…lo que me resulta algo difícil de entender es ese afán gratuito, morboso de hacer daño.

-Sospecho de que me estás acusando de algo que no tenés pruebas.

-No estamos en Tribunales, así que no me vengas con tu teoría de la prueba.

-No tenés pruebas, pero además te aconsejaría que tengas presente otra cosa: vos te has ganado muy buenos enemigos en esta facultad, así que te voy a pedir por favor que no te la agarrés conmigo cada vez que alguien te quiere cagar.

-Mi relación con Norma solo vos la conocías.

-No me hagas reír. Lo sabía toda la facultad. Como toda la facultad sabe que Normita está embarazada de vos.

-¿Y quién habrá sido el pajarito que divulgó ese secreto?

-¿Te olvidás que vos mismo me pediste que hiciera circular lo del embarazo de Norma para vengarte de la hermana y de Visconti?…te repito: tu vida está muy expuesta. ¿O ahora también fui yo la que hizo circular el rumor de tu pelea con Durán por el negocio  de las materias truchas?

-¿Y se puede saber de dónde sacaste eso?

-No te lo voy a decir, pero lo sé. Y además estoy segura de que es cierto. Y si es cierto te anticipó que te estás metiendo en problemas muy serios.

-¿Con vos?

-No conmigo no, con otros…yo no soy tu enemiga.

-Por eso me ayudaste con Dresser.

-No te ayudé, pero tampoco eché más leña al fuego…por lo menos hasta ahora no lo hice.

-Me parece escuchar un cierto tonillo de amenaza en tus palabras ¿O me equivoco?

-Tómalo como quieras.

-¿Te olvidás que yo también puedo ser un enemigo peligroso? ¿Te olvidás que así como vos conocés mis secretos, yo conozco los tuyos?

-No olvido nada. Eso quiero que sepas. No olvido nada. Y, además, vos nunca olvides que no te tengo miedo.

-Suena a declaración de guerra

-Por ahora no. ¿Y sabés por qué? Porque yo a las guerras no las declaro: las practico. Y, además, soy de las que creen que en la guerra no hay derechos humanos.

-¿Guerra sucia entonces?

-Exacto, guerra sucia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *