La huelga estudiantil del 5 de octubre de 1954

Todo comenzó el 5 de octubre de 1954. Ese día el Centro de Estudiantes de Ingeniería decidió participar en la ceremonia de entrega de diplomas a los egresados. Por motivos difíciles de entender en la actualidad, el decano prohibió la ceremonia y ordenó a la policía que estuviera dispuesta a reprimir a quienes intentaran desobedecerlo. Ni lerdos ni perezosos los estudiantes procedieron a celebrar la ceremonia en el patio de la facultad de Ciencias Exactas. Una multitud de jóvenes se congregó en el lugar esperando lo previsible, es decir la intervención de la “policía peronista”, quienes con la delicadeza que los distinguía repartieron garrotazos a lo lindo. Los estudiantes no se quedaron cortos y pronto la batalla campal estuvo instalada.

El balance no fue favorable a los muchachos: varios heridos y lesionados y más de cien detenidos. Entre los heridos se destacaron Ángel Bugatto, militante del Partido Socialista, y Juan Carlos Lerman. La paliza no distinguió ni pelos ni marcas. Para esa época el movimiento estudiantil estaba integrado por los reformistas, un espacio donde militaban radicales, socialistas, liberales, comunistas y anarquistas; los humanistas de filiación cristiana y seguidores de las enseñanzas de Jacques Maritain y Emanuel Mounnier, y los Independientes de filiación conservadora.

Ese día, todos recibieron palos y todos fueron a dar con sus huesos al calabozo. No era fácil unir al movimiento estudiantil, pero la policía peronista se encargó de hacerlo. Los presos fueron trasladados a las cárceles de Devoto y Olmos; las damas, al Correccional de Mujeres y el Buen Pastor. Todos y todas a disposición del Poder Ejecutivo, en virtud del estado de sitio declarado por la dictadura.

La estudiantina no concluyó en Ingeniería. En pocos días todos los centros de estudiantes de la ciudad de Buenos Aires agremiados en la Fuba se sumaron a la lucha. A la semana el conflicto estaba instalado en La Plata, Santa Fe, Rosario y Tucumán. Actos públicos, mitines callejeros, manifestaciones y tomas de facultades. La respuesta del régimen fue más represión y más cárcel. Para mediados de octubre había cerca de ciento cincuenta estudiantes presos en Devoto, alrededor de cien en La Plata, sesenta y siete en Olmos y dieciocho mujeres en el Correccional.

La policía mientras tanto se dedicaba a allanar casas de estudiantes. Más presos y algunos prófugos. Norberto Rajneri y el presidente de la Fuba, Emilio Gibaja, se exilian en Montevideo, luego de atravesar por las peripecias de refugiarse en diversos domicilios y ser trasladados en un auto manejado por dos militantes de Derecho: Roberto Roth y Mariano Grondona.

La organización estudiantil asume el tono de la clandestinidad. Cada dirigente es responsable de cinco personas que no se conocen entre si. Son formas celulares aprendidas de la resistencia contra le fascismo en Europa. Los centros de estudiantes funcionan en casas de familia. Los dirigentes estudiantiles de Medicina ser reunirán en un casco de la estancia de Pereira Iraola. La clase media y la clase alta se solidarizan con los jóvenes que son los únicos dispuestos a a salir a la calle y luchar contra la dictadura.

El 16 de octubre hay una asamblea masiva en Ciencias Exactas. La policía la dispersa y los estudiantes salen en manifestación por calle Florida. Más palos. Entre los contusos, hay algunos personajes que luego serán muy conocidos: Carlos Corach, entonces militante socialista; Guillermo O’Donnell, futuro sociólogo; Ortega Peña, devenido años después en peronista y masacrado por las Tres A, organización creada por la misma persona que en 1954 ordenaba la represión contra los estudiantes. También recibe palos en esa memorable jornada el estudiante César Milstein, entonces fogoso militante anarquista, vocación compartida con Eduardo Colombo.

Entre las mujeres merecen destacarse Amanda Toubes, quien años después será una funcionaria destacada del Centro Editor América Latina y testigo de la quema de un millón y medio de libros de esa editorial ordenado por la dictadura militar de Videla. Otra de las mujeres detenidas en el Correcional será la entonces militante comunista Norma Kennedy, convertida con el paso de los años en paradigma de la extrema derecha peronista.

Los estudiantes presos pasaron una respetable temporada a la sombra. Los destinados a Devoto, en el célebre cuadro quinto de Devoto, fueron liberados en marzo de 1955. Durante cuatro o cinco meses fueron la bandera de lucha de toda la oposición al peronismo.

Los muchachos presos deciden ponerle al mal tiempo buena cara. Se organizan para estudiar, celebran campeonatos de ajedrez y truco. Los humanistas celebran misas; los socialistas y los comunistas dan clase teóricas de marxismo. Los muchachos negocian con los carceleros algunas condiciones de vida. Por ejemplo, logran que les permitan prepararse su propia dieta y les permiten cocinar. “Autonomía universitaria”, calificarán a esta conquista.

En la calle, las movilizaciones exigiendo su libertad se amplían. El régimen peronista no da el brazo a torcer. Delegaciones de estudiantes de Chile y Uruguay se presentan en Buenos Aires para visitar a los presos, pero el ministro Ángel Borlengui les impide ir a Devoto. Interpelado por la prensa, Héctor Cámpora -cuya vocación de alcahuete es ya una profesión- afirma que en la Argentina no hay presos políticos.

En la calle, los muchachos pintan carteles, editan volantes y revistas, reclamando por la libertad de los presos. Un comando estudiantil dirigido por Mario Dihel irrumpe en las instalaciones de radio Nacional a la hora en que emite su clásico concierto y lanzan una proclama al aire. Perón se pone furioso. “Nenitos de mamá engominados”, los califica muy suelto de cuerpo.

Alfredo Palacios intenta visitar a los presos. La policía se lo impide, pero ante las interpelaciones del dirigente socialista, las autoridades le permiten conversar con los detenidos. También se hacen presentes en la cárcel los abogados Carlos Sánchez Viamonte y Sebastián Soler. Dirigentes radicales y socialistas intentan llegar a Devoto pero la policía les impide conversar con los presos.

A principios del mes de marzo de 1955, el periodista del New York Times, Hebert Matthews, llega a la Argentina con el objetivo de entrevistar a los estudiantes presos. El régimen no lo deja. Matthews maniobra, se conecta con familiares, se disfraza de familiar y así logra ingresar a Devoto. Conversa con tres estudiantes y el 29 de marzo de 1955 sale publicado su artículo en el New York Times. El título de la nota es más que sugestivo: “Hay 114 estudiantes detenidos por Perón”. Tres años después, Matthews llegará a Cuba, viajará hasta Sierra Maestra y entrevistara en la montaña a los jóvenes guerrilleros que luchan contra la dictadura de Fulgencio Batista. Fidel Castro empieza a ser conocido en el mundo.

El último estudiante detenido en aquellas jornadas de lucha iniciadas el 5 de octubre de 1954, recuperó la libertad el 31 de marzo del año siguiente. La FUA y la Fuba en la clandestinidad saludaron a los recién liberados y en los comunicados convocan a continuar la lucha contra el régimen autoritario. La cárcel permitió fortalecer la unidad contra el peronismo, unidad que no alcanza a disimular las diferencias acerca de los caminos más adecuados para terminar con el peronismo. Algunos hablan con los sacerdotes, otros con los militares; no faltan los que advierten sobre los riesgos que significa comprometer al movimiento estudiantil en asonadas con aliados tan complicados. Pero eso ya es otra historia.

Como también es historia que hasta el día de la fecha en algún lugar de Buenos Aires sigue funcionando la peña integrada por los participantes de aquellas jornadas de lucha. Hace rato que dejaron de ser jóvenes, algunos ya marcharon al silencio, pero todos siguen leales a aquellas horas de solidaridad construidas en el rigor de la cárcel y al calor de la lucha contra el autoritarismo de su tiempo.

 

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